COLUMNA INVITADA

¿Una nueva era en Israel?

La cuestión parece ser si el nuevo gobierno tendrá la capacidad tanto de sumar aliados a sus causas como de su propia alianza a otras causas

OPINIÓN

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Claudia Ruiz Massieu/ Colaboradora/ Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Este domingo, la Knéset (parlamento unicameral) israelí celebrará una sesión especial para votar la ratificación del llamado “gobierno del cambio”, la heterogénea coalición que podría poner fin al mandato de Benjamín Netanyahu, el Primer Ministro que más tiempo ha servido en el cargo. El trasfondo es una crisis política que ha obligado a Israel a celebrar cuatro elecciones en sólo dos años. 

La alianza, que apenas alcanza la mayoría necesaria para formar gobierno, está integrada por ocho partidos de todo el espectro político (desde las derechas hasta la formación árabe islamista Ra’am, pasando por el centro e izquierda) unidos por dos objetivos primordiales e inmediatos: garantizar la gobernabilidad y terminar con el gobierno de Netanyahu. 

La complejidad es tal que para lograr consensos se debió recurrir a una fórmula atípica: de los cuatro años que dura en el cargo el Primer Ministro, los primeros dos los ocuparía Naftalí Bennett, líder del partido Yamina (derecha); y la segunda mitad Yair Lapid, del partido Yesh Atid (centro), actual líder de la oposición y principal arquitecto de la coalición. 

Más allá de los factores que permitieron la consolidación de esta alianza entre fuerzas políticas tan disímbolas, vale la pena reflexionar sobre algunas de sus implicaciones, pues la salida de Netanyahu tras un mandato de 12 años seguramente tendrá un efecto en el papel que Israel desempeña regional y globalmente. 

Primero, llaman la atención los perfiles del hipotético gobierno, comenzando por el propio Lapid, que sería el encargado de la política exterior y luego Primer Ministro. A diferencia de la alta burocracia, él se formó en los medios de comunicación, y es un pragmático moderado en medio de una creciente polarización entre izquierdas y derechas. 

Segundo, por la pluralidad ideológica y programática de los partidos que integran la alianza, es probable que el nuevo gobierno concentre sus esfuerzos en una agenda de objetivos específicos que faciliten consensos para mantener la gobernabilidad, lo que previsiblemente dejaría fuera del debate público temas polémicos como el futuro del conflicto palestino-israelí. Hasta el momento sus prioridades son claras: la aprobación de un presupuesto estatal y una reforma político-electoral que establezca un límite al mandato del Primer Ministro. 

Tercero, los mandatos largos, como el de Netanyahu, tienen su propio legado en la política exterior de los países: los interlocutores externos, quieran o no, se acoplan con los estilos personales de gobernar. La llegada de Bennett y Lapid al poder implicará una sacudida de las relaciones exteriores israelíes: podemos esperar un reacercamiento institucional de Israel con Washington, la Unión Europea y vecinos regionales como Jordania (relaciones desgastadas por la “personalización” promovida durante el periodo de Netanyahu), aunque también son previsibles algunas continuidades, como la lucha contra Irán. La cuestión parece ser si el nuevo gobierno tendrá la capacidad tanto de sumar aliados a sus causas como de sumar su propia alianza a otras causas. 

Así, la “coalición del cambio” enfrentará uno de los más grandes desafíos de la política actual: desarrollar la capacidad de construir acuerdos en favor de proyectos amplios, de largo aliento; y no sólo unirse en contra de personajes específicos. El inicio de un nuevo gobierno israelí es inminente, pero aún está por verse si atestiguamos también el inicio de una nueva era. 

POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
SENADORA POR EL PRI
@RUIZMASSIEU

dza