Esta frase identificará a la presente administración en la historia. Una frase que enmarca el verdadero sentir y el pensamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador. Palabras de advertencia, e inclusive, de amenaza.
Sucedió en la primera conferencia de esta semana en la que, cuestionado sobre el trabajo legislativo y el presupuesto para 2022, el Presidente por primera vez verbalizó algo que verdaderamente le preocupa: el retroceso de Morena en las elecciones del próximo domingo 6 de junio, y lo que muchos analistas políticos anticipan, la pérdida de la mayoría en la Cámara de Diputados.
López Obrador sabe perfectamente bien que la imposibilidad de cumplir con sus promesas más básicas a razón de la pandemia o por su ideología, sumadas a escándalos políticos por impresentables candidatos, en concreto, el desprestigio que ha significado para Morena y su gobierno los excesos de Félix Salgado Macedonio, quien insiste en arrebatar una candidatura que perdió por no cumplir con la ley, resultarán en el derrumbe de las preferencias hacia ese partido.
Es claro que mantendrá presencia en muchos de los cargos que se disputan, pero el retroceso podría ser tan sorprendente como sus conquistas en 2018. López Obrador dijo que en caso de que la oposición gane, y le envíen un diseño distinto de presupuesto, no será tan fácil.
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Colocando las manos atrás en un ademán por demás extraño, repitió “no será tan fácil” porque tengo la posibilidad de veto. El amago de vetar un presupuesto que no cumpla con parámetros que espera para fondear sus poco efectivos programas, muestra la cara autoritaria que podría aparecer en el último tramo de la actual administración. Amenazar con vetar un presupuesto, es el anuncio de que combatirá todo aquello que genere la oposición con su muy segura mayoría a partir de septiembre.
El escenario es preocupante, porque las prácticas autoritarias que habíamos dejado en el pasado; recordemos gobiernos como el de Luis Echeverría, José López Portillo o el inolvidable maximato de Carlos Salinas de Gortari, regresan con espantosa fuerza en torno a un hombre que busca regresar a la figura patriarcal, omnipresente y todopoderosa de los presidentes de esos tiempos. Su necesidad de reconocimiento y visibilidad lo están orillando a una actitud peligrosa para la endeble democracia, que pensábamos habíamos construido.
Las amenazas para desaparecer el INE son la muestra más clara de esa necesidad. No todo está perdido. El seis de junio tenemos la oportunidad de detener ese deterioro. El llamado es que todos votemos ese domingo. Un asunto que, me queda claro, no va a ser tan fácil.
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CORAZÓN QUE SÍ SIENTE: “Yo no me llamo Juanita” así respondió Evelyn Salgado, hija de Feliz Salgado Macedonio, a la especulación de que ella sería la candidata para, al ganar, entregar el cargo a su padre. Seguro ella también quiere ser gobernadora
Por JESÚS MARTÍN MENDOZA
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