El Presidente López Obrador hablará ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas el próximo martes, en la ciudad de Nueva York. Lo primero que hay que destacar es que, mientras ningunea hablar ante la Asamblea General de Naciones Unidas con la totalidad de los 193 países representados como público, prefirió el público reducido del Consejo de Seguridad (15 miembros-5 permanentes y 10 no permanentes).
Su presencia en solitario en Nueva York se da después de una semana de intensas reuniones mundiales de gran relevancia. Tanto la reunión de los países del G-20 como la reunión de COP26 en Glasgow, Escocia sobre el cambio climático fueron asistidos por la mayoría de los gobernantes del mundo. A la reunión de Glasgow asistieron líderes mundiales donde establecieron compromisos para combatir el cambio climático. No asistieron China, Rusia, India, Brasil y México, países claves para detener el deterioro del mundo. Su ausencia fue interpretada como un tácito reconocimiento de que si el mundo sabe contar, no cuenta con ellos. Sobre la ausencia de México en Glasgow, BANAMEX lo fraseó así: “Que los demás actúen…”.
En la reunión del G-20 hubo una conversación específica sobre la corrupción e, incluso, se estableció una comisión especial para atacar el problema, reconocido como muy grave por todos sus integrantes. Aún así, no asistió el Presidente mexicano para aportar sus “conocimientos” en la materia de corrupción.
La autoridad moral de un país es un bien público intangible. No es propiedad personal del Presidente, sino del país. Lo que sí ocurre es que un Presidente puede acrecentar o debilitar ese bien público. En el caso del Presidente López Obrador, con su evidente desprecio por el mundo, por las opiniones y discusiones de otros países, ese bien público se ha deteriorado severamente. Y con él, el prestigio de México ante el mundo.
El descrédito moral y político de México se ha hecho presente en estos tres años de gestión de López Obrador. El Canciller Ebrard, con su presencia solitaria en todas las reuniones de líderes mundiales, termina reforzando patéticamente la ausencia de México. Ebrard ya participó en su segunda reunión del G-20, y se hizo de burlas internacionales por sus selfies que, además de burdas, parecían funcionar como una suerte de reloj checador, para confirmar su asistencia al gerente, como un obediente obrero textil. Otra interpretación, por supuesto, tiene que ver con su desesperación por mantenerse como prospecto a la candidatura presidencial de Morena, su partido.
¿Qué escuchará y verá el mundo el martes? Escuchará a un Presidente que promueve un discurso nacionalmente ensimismado, altamente ideologizado y polarizante que contrasta con la función de un órgano mundial-el Consejo de Seguridad-que busca la paz y la conciliación entre naciones, no el enfrentamiento y la polarización como método de gobernanza. El Consejo de Seguridad se centra en temas como Siria, Irán, Afganistán y, ahora, Bosnia. ¿Aportará López Obrador visiones nuevas sobre los problemas de paz y seguridad en esas regiones del mundo a los estados miembros de ese órgano de la ONU? No se esperan grandes aportaciones del Presidente mexicano.
Aparentemente el Presidente buscará cuestionar a todas las economías del mundo, al atacar el fracaso del “neoliberalismo”, y dirá que la corrupción es la enfermedad más grave del mundo. Dirá que México ha dejado eso atrás, tanto el neoliberalismo como la corrupción, y defenderá la autorización de las vacunas chinas y rusas, hayan o no cubierto los requisitos y estándares internacionales para la verificación de su eficacia y confiabilidad. Probablemente no escuchará nada sobre los problemas que atiende ese órgano.
¿Qué verá el mundo, o, por lo menos, los asistentes a la sesión del Consejo de Seguridad? A un Presidente mexicano que firmó el acuerdo comercial más neoliberal del mundo con Estados Unidos y Canadá atacándose a sí mismo. Será surreal y confirmará que vive en una realidad alterna. Pero, además, al atacar la corrupción, escucharán a un Presidente que, así lo considera todo el mundo, es aliado consciente o inconsciente del crimen organizado. Así, es imposible entender cómo pretende combatir a la corrupción siendo una pieza fundamental en la promoción o, por lo menos, el protector de las organizaciones del narcotráfico más poderosas y peligrosas del mundo.
Y escucharán a un Presidente exigir la autorización internacional de las vacunas de China y Rusia sin importarle si cubrieron los requisitos internacionales para su verificación. Es decir, un Presidente dispuesto a ignorar prevenciones internacionales para, aparentemente, agradar a sus nuevos amigos. ¿Es esa la política exterior de México? Nadie lo dice y, por tanto, no lo sabemos en México.
Y poco o nada dirá sobre la proliferación de armas pequeñas. Ahí podría aportar algo potencialmente útil.
El Consejo de Seguridad verá a un personaje contradictorio, alejado de los temas mundiales, ensimismado en su lucha por el poder en su país y enfocado en cómo su presencia en ese foro le va a servir a su causa. Y probablemente pensando que presentará un dilema parecido a las presentaciones que hicieron famosas a Fidel Castro, quien defendía la causa del socialismo contra el capitalismo. Pero ese era otro mundo.
Hoy el alegato contra el neoliberalismo por un presidente que, alegremente, firmó un acuerdo comercial neoliberal con sus vecinos únicamente puede causar hilaridad y bostezos.
Ese bien público intangible que es la autoridad moral de México está a punto de sufrir un fuerte descalabro.
POR RICARDO PASCOE PIERCE
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MAAZ