ARTICULISTA

Tejedoras de lazos

El tejido es un arte milenario compartido por numerosos pueblos originarios de América Latina, pues se trata de una práctica simbólica dotada de valor y gran significado

OPINIÓN

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Bernardo Noval / Articulista / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

En este sentido, el acto de tejer encuentra poder y fuerza en su valor comunicativo, y se materializa gracias a las manos de mujeres que hilvanan y construyen, día con día, la memoria histórica y cultural de un país.

El tejido está además asociado al hecho tranquilizador que el hilo dispone, ya que al narrar con hilo nuestras historias, se encuentran ese lazo simbólico que nos permite remendar nuestras mentes y reescribir un nuevo comienzo. Tejer no sólo representa el ejercicio formal de enlazar el hilo y crear. Tejer es un espacio para el intercambio de palabras, para contar historias y compartir. Tejer es una manera de estar presentes, aquí y ahora, y por ende de sanar nuestros pensamientos. Y como todo en la cosmovisión, cada elemento del tejido posee un valor, que hace que cada pieza esté cargada de sentido y tradición.

El rol de la mujer en el arte del tejido está definido desde las culturas primigenias. Fueron ellas quienes supieron valorar el carácter narrativo de este arte, hallando en él, una herramienta para comunicar sus historias y con ello preservar la memoria de toda una cultura, pues cuando se teje, se ilustra y escribe sobre el territorio y su naturaleza; sobre la fauna, el agua, los caminos, el sol y la luna, y sobre nosotros mismos.

Fundado en 1537, el municipio de Etzatlán, de la Región Valles del Estado de Jalisco, actualmente cuenta con más de 20 mil habitantes, de los cuales 51.1% son mujeres. A partir de 2019, Etzatlán cobró importancia internacional gracias a Lorena Ron y su madre, Concepción Sordia,  quienes de la mano de un grupo de más de 100 mujeres, lograron obtener el récord Guinness por tejer el pabellón artesanal de crochet más grande del mundo, elaborando más de 2800 metros cuadrados de tejido.

En agosto de este año, encabezadas por la artista visual Betsabeé Romero, más de 200 tejedoras originarias de este municipio, emprendieron nuevamente un proyecto común: tejer siete kilómetros de hilos para cubrir la fachada del Pabellón de México para la Exposición Universal en Dubái.

Está experiencia sin precedentes, festiva, multicolor y participativa, resultó en un proyecto excepcional; pues a través de esta obra, México extiende lazos de amistad de manera simbólica con todo el mundo.

Lazos tejidos para abrazar la esperanza de un nuevo renacer significando a las culturas que han sabido respetar la tierra y sus recursos. Tejidos unidos en un firmamento trazado por las manos de mujeres que al unísono unieron con hilos de colores las líneas del pasado y el presente, para tender lazos de amistad, color y cultura para el mundo.

Un tejido monumental hecho con las manos de una comunidad de mujeres que son ejemplo de la fuerza, del valor y la resistencia de esa gran trama que nos une como cultura, como historia y como sociedad. Sobre dichas tiras de colores, además está impreso un ícono fundamental en la cosmogonía de México prehispánico, la flor de cuatro pétalos: el quincunce, un símbolo del cosmos, del universo, que une puentes con las culturas indígenas actuales tanto de México como del mundo, culturas que han sido siempre ejemplo de una relación armónica con la naturaleza y con los valores humanos.

POR BERNARDO NOVAL
CEO MUST WANTED GROUP
@BERNIENOVAL
@MUSTWANTEDG

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