Hace cuatro años el recién inaugurado presidente Donald Trump prometía "limpiar el pantano", como algunos estadounidenses califican el ambiente político de Washington y sus posibilidades de corrupción.
Trump se fue el miércoles, con su propia dosis de pantano incorporada, gracias a los 143 indultos que concedió al último minuto –y por algunos de los cuales se afirma cobró–, en lo que bien podría considerarse como su más reciente insulto al sistema político y su desdén por tradiciones y normas establecidas. Pero nadie espera que desaparezca de la escena política estadounidense.
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A las 08:50 del miércoles 20 de enero de 2021 Trump salió de Washington, derrotado en las elecciones del 3 de noviembre, vencido en la corte de la opinión pública y abatido en las cortes judiciales ante las que pretendió cuestionar la legitimidad de los votos por su adversario, Joe Biden.
Pero Trump no lo acepta, tanto que no ha reconocido la victoria de Biden y presume en cambio de haber logrado más de 73 millones de votos. Más aún, afirmó que "regresaremos de alguna forma".
Trump salió como llegó. Con su habitual bombasto y proclamas de haber hecho lo que nadie había logrado, más y mejor.
Y con su porción de pantano.
Trump anotó que se va de Washington, pero no de la política, y a pesar de las amenazas de juicio político, de problemas para sus empresas, no sólo hablo de mantener un ojo sobre su sucesor, sino que se acreditó haber puesto las bases de lo que espera sea su éxito y, de paso, se afirma, inició sondeos sobre la posibilidad de crear un partido político propio.
Porque la verdad sea dicha, esa es una de las herramientas con las que espera mantener en línea a los republicanos y su propia vigencia: el temor a desplazarlos, o arrebatarles votantes y por lo tanto, poder.
Por un lado, el resultado de su casi seguro juicio de impugnación constitucional postpresidencial depende de lo que hagan y cómo voten los 50 senadores republicanos que hoy constituyen la mitad de la Cámara alta del Congreso.
Para condenar a Trump, deberá haber 67 senadores dispuestos a hacerlo, y eso necesariamente deberá incluir a 17 republicanos. 16, si se cuenta al líder legislativo Mitch McConnell, que el martes acusó a Trump de haber provocado a la multitud que irrumpió en el Congreso el 6 de enero.
El juicio a Trump, después de dejar la presidencia, no podría resultar más allá que privarlo de sus derechos cívicos, en específico el de buscar puestos de elección popular, y anularlo al menos en ese sentido.
Pero eso implica que el Partido Republicano se quiere deshacer de Trump y que puede hacerlo. Y eso no está tan claro. Trump enfrenta otros posibles procesos, pero ninguno tan significativo.
Trump está en lo correcto cuando afirma que tuvo más votos que ningún candidato en la historia estadounidense, aunque su ego y su estilo personal no le permiten aceptar que también tuvo más votos en contra que ningún otro.
El hecho es que se fue. Y que espera regresar al pantano.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@CARRENOJOSE1