COLUMNA INVITADA

Tengo COVID

Las pruebas y las medicinas, las charlas con el doctor que nos atiende y que ha mantenido una batalla ardua para controlar la pandemia

OPINIÓN

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Javier Garcia Bejos / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Las sombras de la pandemia que en México -y el resto del mundo- inició con una abrupta y repentina cuarentena, fue generando en algunos, o por lo menos en mí, la sensación de que tarde o temprano podría contagiarme. Nueve meses después de que comenzó esta locura, de repente sentí algunos síntomas. Me volví a hacer la prueba, que de manera periódica y por seguridad me
he estado haciendo, solo para confirmar que estaba enfermo y junto conmigo absolutamente toda mi familia.

A las horas que siguieron a la notificación del Doctor sobre el resultado positivo, y al consecuente aislamiento, sobrevino la discusión sobre cómo nos habíamos contagiado. Teníamos reglas claras y protocolos que nos habían hecho sentir seguros; nuestras actividades fuera de casa, inclusive para trabajar, fueron modificadas a lo largo del año y quedarnos en casa de algún modo había sido un principio permanente de nuestros cuidados, aunados por supuesto al uso del cubrebocas.

Superada la sorpresa, vienen las reflexiones obligadas, el deseo de que nuestros hijos estén bien, que nadie empeore e indicar a los pocos que habíamos visto que tomen precauciones. Las pruebas y las medicinas, las charlas con el doctor que nos atiende y que ha mantenido una batalla ardua para controlar la pandemia. Todo lo que habíamos leído y creído saber del COVID de repente se vuelve tan real y latente; estamos enfermos, y junto con nosotros, en el círculo cercano de amigos, familia y conocidos, mucha gente contagiada y otros tantos más viviendo con angustia.

La cercanía con la navidad nos hizo bajar la guardia y de repente los récords de contagios y muertos indican que el peor momento de la pandemia lo estamos viviendo hoy. Cada uno enfrenta según sus posibilidades esta enfermedad, pero padecerla y saber que las capacidades de los hospitales están rebasadas implica una preocupación adicional permanente; entender lo difícil que es para una gran parte de la población hacerse una prueba, conseguir medicamentos o consultar a un médico que tenga experiencia y capacidad, me hacen pensar en lo mucho que está sufriendo nuestro México.

Las más de 130 mil historias de seres queridos que se han ido; los millones de enfermos que no lo saben y siguen propagando la enfermedad y mientras tanto, el resto acudimos al espectáculo frívolo de quienes discuten el color de un semáforo: para quienes estamos atravesando por esto, el semáforo no importa, la cuestión es; no salgas, no te arriesgues, no te la juegues, porque a la
hora del problema, resolverlo no será cosa de los políticos, ni de las instituciones de salud, tendrá que ver con tu propia capacidad de cuidarte y curarte.

Vendrán días muy complicados, pero la experiencia ayuda a ver las cosas con claridad. Las noticias de la vacuna en todo el mundo llenaron de esperanza, pero la situación actual es exactamente la misma que a principios de año… o peor. Seamos realistas, hagamos de la conciencia colectiva y la solidaridad herramientas con las que todos los ciudadanos mitiguemos el índice do contagios, abandonemos las calles y en su caso, hagamos del uso del cubrebocas, la única vacuna existente y disponible ahora, una obligación que nos proteje a todos.

En el inter, mientras espero a que la enfermedad salga de mí cuerpo y tanto mi familia y yo aconsejamos a nuestro círculo cercano que tome precauciones y se cuiden, acudo a este espacio para hacer replica de ese acto de solidaridad y empatía. Un reto colectivo como este requiere de una visión clara del panorama: miremos a aquellos países donde el número de contagios y decesos es mínimo o inexistente. Qué han hecho esas sociedades para mitigar la crisis; de qué forma se han ayudado unos a otros para no esparcir el virus; cuál ha sido el rol de la “comunidad” en esta lucha. Ahí hay muchas lecciones que aprender, tomemos nota y ayudémonos.

POR JAVIER GARCÍA BEJOS
COLABORADOR
@JGARCIABEJOS