La anunciada "marejada azul" demócrata, el tsunami electoral que sacudiría las instituciones estadounidenses y las liberaría de la maligna influencia de Donald Trump, se quedó en un encharcamiento.
Por cualesquier razones, lo que se esperaba fuese un arrasador triunfo demócrata quedó en una victoria hasta ahora informal –todos los conteos son extraoficiales hasta que sean formalizados por el voto en el Colegio Electoral– y que a querer o no será puesta a prueba judicial por un hombre que perdería mucho más que la Presidencia si no tiene éxito.
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La tan ansiada mayoría demócrata en el Senado podría quedarse en un acercamiento y de hecho, los demócratas resintieron pérdidas en su bancada de la Cámara baja, aunque mantienen su control.
Cierto. Todo indica que Trump se va. A rastras, con gritos, pataleos y en una ruta llena de recursos judiciales. Pero es tan sólo un símbolo, desagradable como se quiera, de cuestiones más profundas en la sociedad estadounidense. Y de una polarización brutal.
Es en parte, resultado de estos últimos cuatro años de una retórica racista, rica en división y pobre en civilidad política. Y mucho más, parte de un panorama de resentimiento y ansiedad económica, cambios sociales, miedo al futuro, son hace años un rico campo de cultivo para demagogos y populistas ansiosos de poder.
Trump puede no ser o haber sido uno de ellos, pero se sumó a sus filas y gritó más que ningún otro. Su recompensa fue la elección de 2016 y su actual liderazgo de un movimiento que tan desorganizado como parezca ya no está en las sombras, gracias a él y su aliento desde el poder.
El problema es mayor.
Durante meses, se creyó que el mal manejo de la pandemia garantizaría la derrota de Trump y los republicanos, pero los encuestadores y los analistas tradicionales subestimaron de nuevo la incomodidad y la irritación de grandes sectores de la sociedad estadounidense.
Los primeros indicios postelección apuntan a que la retórica económica de Trump, sobre los costos del cierre por la pandemia, tuvo impacto entre los trabajadores, afroestadounidenses y latinos incluidos.
Peor aún, contra lo que se esperaba y parecía verdad, Trump mejoró su votación entre mujeres y minorías étnicas. Biden y los demócratas parecen haber incrementado su propia votación gracias a votantes blancos suburbanos y con educación universitaria, cuyos medios de vida han sido menos afectados por la pandemia.
La encuesta de salida elaborada por la empresa Edison Poll, citada por Matt Bruenig, el fundador del Proyecto de Política Popular, puso de relieve esa mejoría.
Después de todo, si bien es cierto que Biden logró más votos que ningún otro candidato presidencial en la historia estadounidense, al obtener el respaldo de 71,962,752 ciudadanos (50.4% del total), también lo es que Trump obtuvo 68,360,149 votos (47.9%), la segunda mayor votación.
Y eso apunta a mayores problemas, no a soluciones.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1