El día de ayer, los ciudadanos estadounidenses salieron a las calles a manifestar su voto para elegir a quien será su presidente por los siguientes cuatro años. Esto es, sin lugar a duda, uno de los acontecimientos más relevantes para las relaciones exteriores con México, toda vez que se trata de un país con el que no solo compartimos fronteras, sino que también comerciamos todo tipo de bienes y enfrentamos diversos retos que nos ocupan por igual.
El día siguiente a una elección presidencial se presenta siempre como un importante hito en la redefinición de la agenda pública. En este caso, ambos contendientes presentaron a lo largo de su campaña perspectivas distantes en términos del manejo de sus relaciones con el mundo. Sin embargo, lo cierto es que, entre nuestros países, el universo y la complejidad de las relaciones que nos unen son de tal magnitud que, independientemente de quien ocupe el cargo, estará siempre sobre la mesa el diálogo en materia de integración comercial, cooperación en seguridad, educación, migración y dinámica fronteriza.
Los más de 3 mil 100 kilómetros de frontera que nos unen son testigos del cruce de un millón de personas y más de 300 mil vehículos cada día, volviéndola una de las fronteras más dinámicas del mundo. Si consideramos los seis estados mexicanos y 4 estadounidenses que forman la frontera, su economía sería la cuarta más grande del mundo.
En términos de la dinámica comercial, México es hoy el principal socio de Estados Unidos y, al mes de agosto de 2020, ambos países intercambiaron más de 337 mil millones de dólares en bienes y servicios, equivalente a 14.1% de su comercio total. Para poner esto en perspectiva, se comercian alrededor de un millón de dólares cada minuto entre los dos países. En tales circunstancias, no debe pasar desapercibido que más de cinco millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con nuestro país, un incremento de más de 600% respecto de lo observado en 1993.
Por su parte, las relaciones migratorias han sido históricamente muy relevantes, desde los primeros mexicanos que pasaron a habitar en Estados Unidos con la pérdida de territorios, el programa Bracero y las tendencias de migración actuales. En este sentido, se estima que las personas de origen mexicano ascienden a 38.5 millones, representando más de 11% de la población estadounidense. Al respecto, en la última década se han observado dos fenómenos: la población estadounidense en México se ha más que duplicado; y los mexicanos que regresan al país han superado al número de connacionales que han migrado a los Estados Unidos. En dicho contexto, resulta evidente la importancia del fortalecimiento de la integración social en la agenda de ambos países.
Ante esta realidad, es claro que las relaciones con los Estados Unidos van más allá de administraciones y que generan elementos de prosperidad compartida para ambas naciones. Con independencia de quien sea el próximo presidente, los gobiernos de ambas naciones tendrán que consolidar una nueva y renovada dinámica de entendimiento para dar plena vigencia y puntual cumplimiento al T-MEC, garantizar la cooperación en materia de migración, seguridad y educación, y asegurar la integración social y económica en beneficio de la relación bilateral.
POR EMILIO SUÁREZ LICONA
CONSULTOR Y PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD
PANAMERICANA
@EMILIOSL