El presidente López Obrador se aventó una carambola de tres bandas. El anuncio de que sea Rosa Icela Rodríguez quien sustituya a Alfonso Durazo en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, fue una jugada maestra. Más allá de los críticos a su gobierno, el nombramiento pegó bien por todos lados. Coloca a una funcionaria con larga trayectoria, sin escándalos, trabajadora y eficaz; una servidora pública lejos de la estridencia. Da el espacio a quien goza de su confianza y afecto personal, que no es poca cosa.
Su nombramiento fue bien recibido dentro de las Fuerzas Armadas, con quienes a últimas fechas estrechó lazos, desde la Coordinación de Puertos de la SCT. Lejos de convertirse en amenaza para la coordinación con Ejército y Marina, la refuerza. De otra forma, ante el innegable rol que juegan, aun con cualidades, su arribo habría sido imposible.
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Es, por si fuera poco, vaso comunicante tanto con Claudia Sheinbaum, como con Marcelo Ebrard, lo que desactiva especulaciones adelantadas sobre 2024. Con ambos mantiene relación cercana. Además, tiene puentes con la sociedad civil, y una sensibilidad profesional y personal poco común entre quienes encabezan tareas de seguridad.
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“No tiene experiencia”, repiten algunos en la oposición. ¿No la tiene? Conoce desde la calle cómo tejer políticas de combate al crimen. Fue, por ejemplo, encargada de cuadrantes de seguridad de CDMX, coordinadora del gabinete de seguridad del jefe de Gobierno Ebrard y secretaria de Gobierno con Sheinbaum.
Su paso por la administración del hoy Canciller es particularmente relevante para lo que vendrá. Entre 2006 y 2009, cuando fue jefa de las 70 coordinaciones territoriales de seguridad, Ebrard se anotó uno de sus mayores éxitos: contuvo la inseguridad y disminuyó la violencia.
Rodríguez es un perfil diferente a quienes suelen ocupar la Secretaría de Seguridad. En las responsabilidades que ha tenido en más de 20 años, la constante es su vertiente socialy sensibilidad para el diálogo, clave en la ruta de pacificar al país.
El Presidente valoró desde hace meses que un militar ocupara la Secretaría. La trama del general Cienfuegos desactivó la posibilidad. Pero la jugada para fortalecer el papel de las Fuerzas Armadas y, al mismo tiempo, enviar el mensaje de una ciudadana al frente de las tareas de seguridad, mató dos pájaros de un tiro. Echó abajo el discurso de militarización, pero permitió al Ejército y Marina sentirse cobijados por alguien con quien podrán coordinarse y, sobre todo, que tendrá como única agenda y mando, al Presidente. Carambola.
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Off the record: La labor para preparar el escenario sea cual sea el resultado en la elección en EU, ha sido quirúrgica. La operación de Ebrard incluye expresidentes y congresistas del partido Demócrata, y hasta exintegrantes del gabinete de Obama. Pese a la decisión de la campaña de Biden, de cerrar por ahora el diálogo con gobiernos del mundo, el de México está bien parado. Gane quien gane, López Obrador hablará con el vencedor en cuanto lo haya.
POR MANUEL LÓPEZ SAN MARTÍN
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