Michelle dijo que tomó la decisión de compartir su pasado que vivió junto con un sicario metido en el narcotráfico luego de hacer una cita del libro El Zahir del escritor brasileño Paulo Coelho: "Para sanar y llenarme de nuevas historias debo sacar de mi interior las historias viejas", indicó mientras afirmó que estaba en la cárcel porque su novio era narco.
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Antes de dar el sí a su novio, la joven mujer trabajaba como oficinista en una refinería de Petróleos Mexicanos (Pemex) en el municipio de Cadereyta, Nuevo León. Cuando conoció a “El Gordo” -como le decía de cariño- era un joven de 19 años de edad que nació en Houston, Texas, ya era parte de Los Zetas, el grupo de narcos cuyos fundadores eran desertores del Ejército mexicano y fueron formados como un brazo armado del Cártel del Golfo de Osiel Cárdenas Guillén.
Cuando Michelle fue a visitar a sus tíos al sur de Tamaulipas en 2011, uno de sus primos la presentó con unos Zetas. Los capos le describieron un mundo donde era fácil y rápido conseguir grandes cantidades de dinero con solo cuidar y limpiar la plaza de “contras”, además de mover droga y vender carros, describió la mujer en una entrevista para Vice News.
“Al principio de da miedo”, luego te gusta
Mi vida a su lado era una fiesta de todos los días. Comida, bebida y drogas para todos. Él y sus amigos de la operativa (grupo de sicarios) cerraban un lugar y pagaban cuentas, en una noche tranquila, de unos 30 mil pesos, recordó Michelle quien hace cinco años disfrutaba tener acceso al dinero fácil:
“No me sentía poderosa por tener un novio sicario, aunque llamaba mi atención que recibiéramos un trato especial en los antros y en los estadios. Tener un novio sicario es como tener una tarjeta VIP”, dijo.
En cada sitio que iba con su novio y sus compañeros, eran recibidos con extrema cortesía, aunque había lapsos cuando no tenían sus acostumbrados ingresos económicos. “Las atenciones que te dan son fuera de lo mortal, como decimos. Hubo momentos en los que teníamos mucho dinero, pero otros en que no podía entrar dinero ni armas a la zona de guerra -como le decíamos a Ciudad Victoria- porque todas las entradas estaban bloqueadas por el gobierno”.
Claro que al principio, señaló Michelle, le daba miedo ver cómo era la vida de los narcotraficantes, “pero luego te gusta”, acotó, “y más a mí que necesitaba todo tipo de atenciones. Fácilmente caí en ese remolino de excesos y violencia. Aunque nada valía la pena, hacer con él cosas de novios era lo que me gustaba realmente”.
Un policía la intentó violar
“El Gordo” se metía mucha cocaína y consumía marihuana, recordó su novia, y cuando estaba drogado no quería comer, situación que enfadaba a Michelle que se esmeraba en prepararle los alimentos. “Luego yo también empecé a consumir cocaína y entendí por qué no le daba hambre. Bajé muchísimo de peso, recuperé mi talla cero. “Despertaba y no desayunaba, no tenía ganas de nada, no quería saber nada del mundo; había días en que nomás picaba algo de fruta en la cena y otra vez a consumir”.
Michelle conoció a “El Gordo” un domingo mientras paseaba en carro con sus amigas. De pronto cuando cargaban gasolina, el sicario llegó en su camioneta y resultó que era amigo de sus conocidas: “Fátima, que me presentó a mi novio y quedó embarazada de un sicario Zeta que está preso; Brenda, que la desaparecieron; y yo, que estoy en la cárcel. El caso de Brenda fue el más horrible. Traté de indagar qué había pasado con ella y ver en qué podía ayudar”. Descubrió que era un informante del Cártel del Golfo.
Cuando el novio de Michelle fue enviado a “trabajar” a San Fernando, Tamaulipas, ella se quedó en su hogar donde vivía con “El Gordo” en Ciudad Victoria. Cuando un día la citó para ir a comer, en el camino ella y el grupo de sicarios fueron detenidos por un convoy de la Policía Federal. Tras dar una golpiza a uno de los narcos, les dio la dirección de la casa de seguridad donde estaba “El Gordo”. Michelle fue llevada a un hotel vendada de los ojos con su propia blusa.
Una vez ahí, los policías le pidieron que se quitara la ropa para que la revisaran en dónde escondía las armas y la droga. Uno de ellos intentó abusar de ella, pero lo llamaron para atender una situación. Finalmente fue trasladada a las instalaciones de la PGR donde fue procesada por sus vínculos con el narco. Del “Gordo” no supo nada más desde 2016 cuando concedió la entrevista.
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RM