Hace algunas semanas una amiga de Valparaíso me mandó un texto de Andrés Briceño, un cuentista que narra crudas escenas sobre lo que han vivido los desplazados en Jerez y Valparaíso, Zacatecas. El texto aún me mueve porque es muy distinto a lo que he leído sobre el tema: pone en el centro las historias de la gente; humaniza el problema.
La primera parte narra sus recuerdos en Sarabia; su abuelita, la llegada de sus tíos migrantes, la música norteña en el fondo, el olor a asado de boda (comida típica en Zacatecas).
Lo seguimos con la imaginación cuando abren los candados de la casa, caminan por los zaguanes y llegan a los cuartos y, entonces, súbitamente nos recuerda que ahora estos cuartos están revueltos; que manos asesinas han tocado las fotos, las ropas y las esperanzas. Que ahora huele a tristeza.
Las escenas iniciales son de rejas llenas de los duraznos que se cosechan en la región; rejas que llenan cajas de camionetas. Luego más camionetas llenas, pero esta vez de jugadores de fut o beis que visitan ranchos vecinos para jugar y luego reír juntos.
La siguiente escena también es de filas de vehículos, pero escapando juntos debido a las amenazas del narco: “filas largas como su miedo, serpenteantes como chirrioneras invisibles que les acalambran las piernas”. Caravanas en las que ya no hay risas, sino llantos dolorosos.
Estas mismas personas visitaban las cabeceras municipales los domingos, durante las ferias y los sábados de gloria; compraban mandado o ropa y luego regresaban a sus ranchos dejando sonrisas y sus “dios se lo pague”. Esta vez en sus pueblos dejaron las sonrisas y las palabras y, en muchos casos, llegaron a las cabeceras solo con lo que tenían puesto.
Te puede interesar: "La guerra en las palabras", el nuevo libro de Oswaldo Zavala sobre el crimen organizado
Narcofeudalismo: un sistema de miedo, despojo y desplazamiento en Zacatecas
Tierra húmeda de llanto que los narcos pisotean cuando regresan de madrugada
Muchas familias se acomodaron como pudieron; algunos están en casas de parientes o intentando llegar a Estados Unidos. El gobierno estatal publica fotos cambiando chapas y pintando casas, pero, díganme ustedes, ¿cómo se le restaura el alma a la gente usando pintura? Muchos aún visitan sus tierras y corrales solo de día y duermen en casas ajenas por la noche. El miedo es quien vive en sus hogares.
A finales de junio se realizó en el Congreso de Zacatecas el foro Violencia, Desplazamiento Forzado y Migración. Asistieron los alcaldes de Jerez y Valparaíso, expertos en migración y seguridad y, según la información aportada, en Zacatecas han sido desplazados por la violencia entre 10 y 30 mil personas.
El alcalde de Jerez reconoció que hay comunidades en la sierra en las que existe una especie de “narcofeudalismo”; los cárteles están presentes en prácticamente todas las actividades. El de Valparaíso dijo tener conocimiento de localidades en las que los delincuentes prohíben a los habitantes huir y obligan a familias a servirlos como sus “mandaderos”. Hay casos de desabasto de alimentos, combustibles y medicamentos.
Los que no pueden salir de sus pueblos no suman a los números de desplazados; pero que no quede ninguna duda, se les ha desplazado de su libertad.
Aún hay familias desplazadas y aquellas que regresan solo de día a sus casas están lejos de haber recuperado su hogar. Les arrebataron, como dice Briseño, su patrimonio, la tranquilidad y su derecho a vivir en paz, pero lo que jamás les podrán quitar es su dignidad.
“Salieron a ganarse la vida, juntar algo para poder regresar a vivir su vejez en la casa que los vio nacer”. Espero de corazón que se les conceda.
Por: Miguel Moctezuma Barraza, consultor de políticas públicas, Maestro en Políticas Públicas (University of Oxford) y Maestro en Gobierno y Asuntos Públicos (UNAM). Zacatecano. miguel.moctezuma@bsg.ox.ac.uk