En México existen cerca de 2 millones de personas con epilepsia, mismos que son propensos a no recibir la atención adecuada, lo que agrava su calidad de vida y limita sus actividades cotidianas.
De acuerdo con la Secretaría de Salud, los costos de la enfermedad pueden superar los 3 mil 100 pesos al año, por lo que es necesario tener un diagnóstico oportuno, así como acompañamiento psicológico que evite que quien lo padece sufra de distanciamiento social y se afecte su libertad.
Fernando Ortega, cofundador de Fundación Asvita, señaló que muchas veces la familia de un epiléptico limita su propia movilidad por miedo a que en el exterior padezca de un ataque, lo que evita que la persona se desenvuelva en el entorno cotidiano.
"Muchas veces no se habla de este tema en la familia o por el contrario, se cuida mucho al niño con epilepsia porque no le vaya a pasar algo allá afuera", detalló.
A tres años de la creación de Asvita, Fernando Ortega indicó que la pandemia agravó la atención que se le daba a este sector; sin embargo, también representó una oportunidad para trasladar las pláticas y talleres a la parte digital, lo que a su vez atrajo a más personas, incluso fuera de la Ciudad de México, lo que redujo los costos de atención entre un 60 y 70 por ciento.
Durante un evento para recibir donativos para atender a las familias vulnerables con algún miembro que padece epilepsia, Alejandra López, directora de la fundación, detalló que en los tres años que lleva la organización se ha podido atender a más de 200 familias, mismas que reciben desde un diagnóstico, hasta acompañamiento psicológico, el cual les sirve para romper los estigmas y estimular las capacidades de quienes sufren esta enfermedad.
"No hay donativo pequeño, todos suman", reforzó.
En tanto, Ana Luisa Velazco, miembro honorario de Altavista, señaló que en toda la historia han existido grandes personajes con este padecimiento, lo que demuestra que no existen límites para estas personas.
Por ello, invitó a la población que quiera ayudar a sumarse a esta causa, tal como lo hizo el restaurante Bello puerto, en Polanco, el cual donó la mitad de sus ganancias de la noche a la fundación.
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