DESIGUALDAD EN MÉXICO

América Solidaria y jóvenes en México se unen en contra de la desigualdad social

Como parte del programa 'Aprendamos Jugando', los voluntarios de América Solidaria participan en diferentes proyectos en todo México para ayudar a comunidades rurales en busca de un mejor presente y futuro para sus habitantes

NACIONAL

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América Solidaria busca impulsar el crecimiento y luchar contra la desigualdad en algunas comunidades del país Foto: América Solidaria MéxicoCréditos: Foto: América Solidaria México

América Solidaria participa en diferentes proyectos en México, entre ellos se encuentra el programa de “Aprendamos Jugando” en la montaña alta de Guerrero, lugar donde Viviana Lozano está realizando un voluntariado y hoy les compartimos su experiencia. 

"Hace unos días sentí un vacío profundo, y es que después de 21 horas de viajar de Aguascalientes a Cochoapa el grande, debo admitir que estaba muy cansada para pensar en el por qué, tiempo después fui dando una respuesta concreta…

Cuando llegué a Itiatío (lugar donde estoy haciendo el voluntariado) tuve la oportunidad de acompañar a otro voluntario de Encuentro con México del proyecto de agronomía a cultivar setas; le están ayudando a Carmen a crear su propio cultivo para venderlo y así pagar su universidad (la cual queda a seis horas de donde vive, pesado, ¿no?). Carmen es de las pocas mujeres en la comunidad que tiene la intención y oportunidad de realizar una carrera universitaria, la mayoría de las personas en su comunidad prefieren esperar el apoyo económico que les da el gobierno cada mes, dinero que al ser recibido termina muchas veces en cervezas, refrescos y alcohol, mientras los niños más pequeños sufren hambre y desnutrición. Tal vez no pueda transmitirles en unas cuantas letras la tristeza y coraje que sentí al ver a esos pequeños, pero de verdad, no estuvo chido.

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Por otro lado, Karla es otra chica con un destino un poco diferente al de Carmen, ya que a sus 13 años sus padres han decidido venderla por 150 mil pesos para casarla con un chico de 18 años. Ella, como otras personas de la comunidad, menciona que está de acuerdo con esto. Sin embargo, yo me pregunto: ¿la habrán tomado en cuenta para tomar esa decisión?, ¿sabrá lo que implica a sus 13 años?, ¿estará realmente de acuerdo? Desde mi visión no sé si servirá de algo esta repulsión hacia una costumbre de años que aplasta los derechos de una adolescente, ¿por qué aún existen costumbres tan machistas?, ¿qué es necesario para que en México hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades?

Por eso llego a esto: desde mi perspectiva, la intención es un privilegio. Aquí parece que la igualdad de oportunidades no existe, mucho menos los derechos, y siendo mujer, la cosa se complica al doble.

En esta realidad me pregunto ¿cómo aporto a la sociedad cuando ellos han asumido una posición cómoda frente a un contexto de insuficiencia, donde además el machismo y la injusticia han sido conductas normalizadas?

¡Ese! Ese era mi vacío. Llegar a un lugar para mí desconocido y muy lejos de mi ciudad, donde el español no es muy hablado y debo aprender mixteco, darme cuenta en un golpe de realidad de que la vida en México para muchas es como la de las personas que les acabo de narrar, fue muy duro.

Sin embargo y para mi suerte, ese vacío va teniendo una luz, tenue pero constante, al ver a Carmen emocionada por estudiar y radiante en su trabajo, al ver como Doña Beatriz puede leer y escribir sus primeras frases a sus 45 años, al ver a José y Mario a sus ocho años aprendiendo y emocionándose por multiplicar con 2 dígitos y ver como los más pequeños aprenden a convivir entre ellos con deporte y no con golpes, con cada palabra en “tundsa vi”(mixteco) que ellos me enseñan, en cada “nanomi yó” (abrazo) que me dan mis chamacos o cada plato de comida que me ofrecen sus madres, “tixa’ vi” (gracias).

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Papá siempre dijo: “a donde fueres haz lo que vieres” y estoy de acuerdo, en ocasiones, pero… ¿y si les muestro algo diferente? Entiendo que ellos nunca serán como yo ni yo como ellos, y no creo que se trate de eso, si no de enseñarles que hay algo más allá de lo que les ofrece su entorno y con eso cambiar algo dentro de ellos.

Yo llegué queriendo hacer un gran cambio, pero no soy tan fuerte, ellos son los que me enseñan a mí cada día. Aun así, pongo a su disposición mis habilidades, conocimientos, y mi esencia, porque si con eso puedo cambiar la mentalidad o voluntad de unos cuantos para acercarlos más a su felicidad, entonces mi vacío y el de otros, dejará de existir”. 

Redacción: Martha Viviana Lozano Ramos

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