México necesita revalorizar la educación técnica. Hoy que el “aspiracionismo”, la búsqueda de mejores oportunidades y calidad de vida es un tema de interés, conviene hablar de que en el país alrededor del 60% de vacantes en el mercado laboral requieren de competencias en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).
Sin embargo, la oferta educativa actual se ha enfocado principalmente en carreras sociales o negocios, y en menor medida en temas de salud, educación y humanidades. Mucha de la demanda de trabajo se centra en perfiles de carreras tecnológicas; sin embargo, la Educación y Formación Técnica y Profesional (EFTP) está estigmatizada y es necesario revalorizarla.
¿Las carreras técnicas son malas? Es común escuchar entre familias que la capacitación técnica va dirigida a personas de bajos ingresos o que aspiran a trabajos no tan bien remunerados. También la creencia popular es que las y los estudiantes de estas instituciones cuentan con un menor grado de estudios y con aprendizajes más limitados.
Pero si queremos aumentar la productividad y la calidad de vida en nuestro país, es importante dotar a la juventud de oportunidades de crecimiento y formación.
Educación Técnica, una formación para una mejor competencia laboral
En países como Suiza, donde se ha fortalecido la educación técnica, el desempleo juvenil es de tan solo 3,4%, mientras que la participación laboral es del 79%. Sin lugar a duda, aquello que más contribuye a la revalorización de la EFTP es el fortalecimiento de la articulación entre el sector productivo y el educativo, así como el fomento de la calidad para las instituciones tecnológicas.
La comunicación entre empresa e institución educativa es vital para que la trayectoria formativa sea eficiente y productiva. Asimismo, es importante garantizar al estudiante oportunidades de capacitación continua y la posibilidad de seguir sus estudios a un nivel licenciatura y de posgrado si así lo desea.
Para hacer frente a las necesidades actuales es importante que las y los estudiantes desarrollen habilidades que les permitan su vinculación con el mundo del trabajo y que el aprendizaje ocurra en entornos reales.
Aquí la inversión en tecnología juega un papel principal, sobre todo en épocas de crisis como la que hemos vivido a consecuencia de la pandemia.
El uso de simuladores se convierte en una herramienta para que el proceso de enseñanza y aprendizaje se desarrolle en entornos reales, pero a la vez seguros. Además de que promueven el trabajo multidisciplinario, fomentan el ahorro de recursos materiales e incrementan la motivación y el interés.
Precisamente en torno al interés, es responsabilidad de las instituciones educativas dar a conocer y difundir su oferta o casos de éxito que atraigan a la población.
Tampoco se puede descuidar la relación con los padres de familia, quienes, en muchas ocasiones, serán quienes validen o desmotiven al estudiante para cursar una carrera tecnológica.
Por su parte, las empresas pueden apoyar guiando a las escuelas en actualizar e innovar sus programas de estudio, promover estadías, desarrollar actividades de fortalecimiento de capacidades y foros que aumenten la interacción entre ambos sectores para generar alianzas en beneficio de la juventud.
Por último, no podemos dejar de lado la necesidad y pertinencia de que la revalorización de la Educación y Formación Técnica y Profesional se dé con un enfoque de igualdad de género. No es un secreto que las mujeres por lo general no ingresan a carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. Esto debido a diversos factores socioculturales, como los roles sociales transmitidos desde la infancia, que explican la baja participación de las mujeres en este grupo de carreras.
Por: Blanca Karina Sandoval Bueno, Maestra en Administración Pública por la Universidad de Birmingham y Licenciada en Derecho por la UNAM. Twitter: @BlancaSandovalB (de @Cerebros_Fuga)