Migrantes

Menores migrantes trabajan en frontera sur de México; esta es la historia de una niña

Alertan sobre menores extranjeros que se dedican a venta de dulces o a bolear zapatos

Menores migrantes trabajan en frontera sur de México; esta es la historia de una niña
CANGURITO. La menor pasa el tiempo con su caja en el vientre y una sola ilusión: acabar todos los dulces para que no la regañen. Foto: José Torres Foto: Foto: José Torres

Pese a no ocupar los primeros lugares a nivel municipal en cuanto a índices de trabajo infantil, Tapachula, Chiapas, ha llamado la atención de diferentes organismos, como la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), por ser uno de los puntos migratorios del país, lo que ha orillado a niños centroamericanos, sin patrimonio alguno en el territorio, a bolear zapatos, vender chicles, dulces o refrescos, para generar recursos.

En pleno 2021, considerado como el año para reducir el trabajo infantil, las condiciones se tornan más complejas para este sector, principalmente para los migrantes, pues Estados Unidos ha empleado la pandemia como una justificación para impedir que soliciten asilo en su frontera sur, lo que los deja varados en un país que aumentó sus índices de trabajo infantil 6.06 por ciento, al pasar de 3.3 millones en 2019 a 3.5 millones en 2020.

El incremento de las solicitudes migratorias coincide con la agudización de ciertas problemáticas de impacto social que repercuten en la no garantía de los derechos de la niñez, señala el informe de la Redim Niñez Migrante.

De acuerdo con Mireille Del Valle, maestra del Colegio de la Frontera Norte, la mayoría de las niñas, niños y adolescentes que trabajan en Tapachula, lo hacen de manera informal y responden a la suma de eventos históricos que han ido formando una dinámica fronteriza con límites sociales como la violencia o la discriminación.

“Los niños o adolescentes que llegan a Tapachula se siente más protegidos que en su lugar de origen, principalmente por el aumento de grupos y pandillas en Guatemala, aún así, llegan a un territorio donde sólo se les ofrecen trabajos informales que contribuyen a crear un nivel de vida poco adecuado para la niñez”, dijo.

Litzi tiene 10 años y todos los días vende golosinas en una de las calles del centro de Tapachula, Chiapas. A las 11:10 de la mañana no ha probado bocado, ni agua. Su estómago está vacío; su cajita con dulces, llena, y los tiene que acabar al llegar la noche.

La pequeña niña indígena llegó hace dos años a Tapachula, proveniente de Guatemala, donde dejó a su familia y vino acompañada a México por una tía cercana a su madre, que también vende dulces en la ciudad.

A diario, Litzi tiene que reunir más de 200 pesos de la venta total del día, de lo contrario, la mercancía que le queda es acumulable con la del día siguiente y así continuamente.

Tiene una enorme carga de dulces encima por vender para su patrón, de quien no quiso revelar su identidad. Como Litzi, decenas de menores de edad se dedican a ser canguritos, denominados así por el cajón con dulces que cargan con una correa al cuello y cae sobre el abdomen.

Su venta deja poco dinero. Foto: José Torres

De esos más de 200 pesos, la infante sólo obtiene una cuota de 50 para comer lo que, basta decir, hace muy tarde cuando el estómago ya arde. “Le gano poquito, 200 al día. A mí me dan como 50 pesos, más o menos”, relata la pequeña.

Esta labor es endémica en Tapachula, en ninguna otra parte del país o del mundo se ha conocido una situación similar en cuanto a la venta de dulces. Se trata también de una práctica de explotación laboral infantil en el sur de México que ninguna autoridad, ni organismo, ve o atiende.

Tanto Redim como el Colegio de la Frontera Norte, instan a las dependencias de gobierno a propiciar la articulación de procesos de monitoreo del fenómeno migratorio de la niñez y la adolescencia entre los países involucrados.

Por Frida Valencia y José Torres

CAR

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