El 19 de septiembre de 2017, un sismo de 7.1 grados en la escala de Richter sacudió a México. Ese día, la muerte se presentó para cientos de personas en forma de cataclismo, así como había sucedido 32 años atrás. Aquel martes, Graciela Obispo perdía a su hermana mayor, Lita, pero ella no murió en el terremoto, a Carmelita la asesinaron.
Carmela Obispo tenía 28 años cuando su primo Gustavo, de 22, la estranguló dentro de su propia casa. Como arma homicida utilizó un cordón, robó algunas de las pertenencias de Lita y huyó…
Escucha la historia del feminicidio de Lita
Lita, como la llamaban los que más la querían; viene de Carmelita. Era una joven muy trabajadora y con sueños, comparte Graciela, su hermana menor. Ambas vivían solas en la misma casa, ubicada en la colonia Lauro Aguirre, en Tampico, Tamaulipas.
Carmelita, junto con su hermano mayor, eran el sustento de su familia. Ambos apoyaban económicamente a Graciela para continuar sus estudios y cubrían los gastos médicos de sus padres que son de la tercera edad y están imposibilitados de trabajar.
La joven de 28 años estaba dedicada al servicio de los demás. Se graduó de la carrera de Enfermería en la Universidad Autónoma de Tamaulipas y desde hace 10 años trabajaba en un laboratorio de análisis clínicos.
Le gustaba mucho ayudar a las personas, era una persona que escuchaba, que te atendía… Me daba consejos, trataba de guiarme para hacerme una mejor persona”, confiesa Graciela Obispo.
Lo que más disfrutaba era bailar; salsa, cumbia y danzón: sus estilos favoritos. Le gustaba mucho ayudar a los demás, por lo que formaba parte de un grupo de danza que llevaba alegría a los asilos de adultos mayores y participaba en eventos culturales, sólo por el gusto de apoyar.
Un extraño conocido en casa
Todo comenzó la noche del 18 de septiembre cuando Graciela Obispo le avisó a Lita que dormiría con unas amigas pues tenían que realizar un trabajo de la escuela. La joven estudiante acudió a su casa, saludó a su hermana, recogió sus cosas y partió a su destino.
Horas más tarde, Lita le avisó a Graciela que Gustavo, su primo de 22 años, había llegado y pasaría la noche en la casa para temprano partir a Xilitla. Él llegó a vivir a Tampico desde marzo de aquel año, con una tía de ellos que radicaba en Altamira.
No era la primera vez que el muchacho pernoctaba con las hermanas Obispo; ellas le habían abierto las puertas de su casa en varias ocasiones, por lo que Lita no le negó la entrada a su primo la noche del 18 de septiembre.
La relación que las hermanas Obispo tenían con Gustavo era normal, describe Graciela; sin embargo, cuenta que él era una persona seria, tímida y que desde niño se escondía y no quería convivir con la familia, pero ellos siempre lo trataron de integrar.
La estranguló con un cordón
La madrugada del martes, Gustavo estranguló a su prima Lita con un cordón de nylon de 25 centímetros, abandonó el cuerpo en la sala de la casa y el arma homicida la dejó sobre el comedor. Se robó el celular de la joven, dinero, el DVD y la televisión de las hermanas.
El cuerpo de Lita fue hallado por otro familiar que vivía arriba de la casa de hermanas Obispo, pues el jefe de la joven enfermera le notificó su ausencia la mañana de ese 19 de septiembre en el trabajo; ella entraba a las 7:00 de la mañana a trabajar y no había llegado.
El familiar llamó a Lita por su nombre, pero ella no respondió. Ingresó a su casa y encontró a la chica en el suelo completamente fría. Llamó a la Cruz Roja para solicitar ayuda, pero ya era demasiado tarde y los paramédicos la declararon muerta; Carmela Obispo ya no tenía signos vitales, había fallecido asfixiada.
Graciela estaba en la escuela cuando se le avisó de lo sucedido: “Vente a la casa, es urgente”, fue el mensaje que recibió. Se trasladó a su casa como pudo y llegó para identificar el cuerpo de Lita. En ese instante y con el shock del momento, lo único que pudo preguntar fue “¿y Gustavo dónde está?”.
El asesino se dio la fuga
Tras asesinar a Lita, Gustavo huyó con lo que le había robado y llegó a Xilitla, ahí guardó algunas de las pertenencias de la joven de 28 años y partió a Guadalajara.
Graciela, de ese entonces 23 años, se hizo cargo de todo lo relacionado al feminicidio de su hermana, al mismo tiempo que continuaba con sus estudios. Platica que comenzó a vender dulces para juntar dinero para subsistir, seguir en la escuela y pagar todo lo relacionado al caso de Lita.
Ella, con el apoyo de su hermano y su familia, buscaron por sus propios medios el paradero de Gustavo y abrieron el grupo de Facebook “Justicia por Lita” para hacer presión a las autoridades y exigir justicia por el asesinato de la enfermera de 28 años, apasionada de la danza.
La familia de Lita lo localiza; no las autoridades
Un año después de la muerte de Carmelita, su familia dio con el paradero de Gustavo a través de las redes sociales. Él había abierto un perfil de Facebook con su nombre y pudieron contactar a algunas de sus amistades, quienes le informaron dónde se había escondido.
El asesino de Lita había estado viviendo en Guadalajara y trabajando en un restaurante. La familia hizo lo propio frente a las autoridades, lo denunciaron y se levantó una orden de aprehensión en su contra.
El 27 de septiembre de 2018, Gustavo fue capturado y después lo trasladaron a Tamaulipas al Centro de Ejecución y Sanciones de Altamira, donde fue declarado culpable.
La “justicia” no es suficiente
La muerte de Lita no fue catalogada como feminicidio a pesar de que la joven enfermera fue asesinada por su primo, con abuso de confianza y haber sido incomunicada.
De acuerdo con la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (CONAVIM), se considera feminicidio a la muerte de las mujeres bajo siete posibles circunstancias, donde destacan dos en el caso de Lita:
- Relación sentimental o de confianza entre la víctima y el sujeto activo.
- Cuando la mujer haya sido incomunicada antes de su asesinato.
Gustavo había sido declarado culpable bajo homicidio doloso y Graciela logró el cambio a homicidio calificado, pero no a feminicidio. Además, al asesino se le dio la sentencia mínima: 20 años y 6 meses, y se cerró el expediente.
Graciela Obispo teme que una vez se cumpla la sentencia, Gustavo la encuentre y corra con el mismo destino que su hermana Carmelita. Dice que una vez saliendo de la cárcel, él pudiera dañar a alguien de su familia porque conoce dónde viven todos.
Para Graciela, la justicia por el feminicidio de su hermana no ha llegado.
Esta historia cuenta con la autorización de las víctimas indirectas.
Texto: María José Serrano Carbajal @serranomajoo
Edición: Paola Sánchez Castro @paoparoli
Diseño: Ana Navarro e Ingrid Almaraz
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