El tiroteo masivo ocurrido el pasado 24 de mayo en una escuela primaria de Uvalde, Texas, en el cual fallecieron 21 personas ha reabierto el debate sobre el control de las armas en Estados Unidos.
El lunes pasado el país nortemaericano se enfrentó a una nueva tragedia: un pequeño de 2 años de edad mató a su padre accidentalmente de un disparo.
“El arma no estaba bien guardada, de hecho, era fácilmente accesible incluso para un niño de 2 años, y el resultado es una tragedia en esta comunidad que nadie puede comprender”, explicó el sheriff del condado de Orange, John Mina, a la cadena NBC News.
Los policías locales acudieron al domicilio de la víctima el pasado 26 de mayo cerca de Orlando, tras recibir una llamada de emergencia. Cuando llegaron al lugar de los hechos, encontraron a la madre del niño haciéndole un masaje cardíaco a su esposo, Reggie Mabry.
El mayor de los tres niños de la pareja, un niño de 5 años, fue quien informó a los agentes que había sido su hermanito el que había disparado a su padre por la espalda. Marie Ayala, la madre de familia, confirmó a los investigadores que la pareja y sus tres hijos —incluido un bebé— estaban en el dormitorio de su casa cuando el niño disparó el arma y una bala alcanzó a su marido.
Ahora, Ayala está acusada de la muerte de su marido, después de que el hijo de ambos disparara mientras jugaba un videojuego.
“Los niños no resultaron heridos físicamente, pero probablemente llevarán heridas emocionales para siempre. No sólo han perdido efectivamente a ambos padres, sino que el niño que accidentalmente disparó a su padre por la espalda tendrá que crecer sabiendo que sus acciones causaron la muerte de su padre”, difundió el Departamento de Policía en un comunicado.
De acuerdo con medios locales y autoridades, Mabry y Ayala estaban en libertad condicional después de cometer delitos de negligencia infantil y de consumo de narcóticos.
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