El mundo, o al menos una parte de él, emitió un suspiro de alivio la tarde de ayer, cuando los resultados de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia dieron el triunfo al presidente en ejercicio, Emmanuel Macron, contra el reto representado por la ultraderechista Marine Le Pen.
Macron, en el poder desde 2017, logró casi 28% de votos, seguido de Le Pen (alrededor de 25%). Según los sondeos publicados hasta el cierre de esta edición, el centrista se impondría también en la segunda vuelta del 24 de abril con entre 2 y 10 puntos de ventaja.
"El debate que tendremos durante 15 días será decisivo para nuestro país y para Europa", aseguró Macron.
La votación celebrada, tras una atípica campaña marcada por la invasión rusa, agudizó el declive de los partidos tradicionales –los socialistas y Los Republicanos–, que lograron cerca de 7% de votos en total.
Todo ello en un contexto de menor participación de los 48.7 millones de electores. La abstención se situó entre 26% y 28.3%, según las estimaciones.
Cabe destacar que esa cifra de 25% es el porcentaje más alto que Le Pen ha logrado en tres intentos de llegar a la Presidencia de Francia, y ciertamente mucho más que los obtenidos por su padre.
Una victoria de Le Pen implicaría un duro golpe a la UE y, sobre todo, a su posición de rechazo a la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin, con quien tiene una relación buena.
De hecho, la prensa europea enfatizó que Le Pen hizo su primera campaña con financiamiento de un banco ruso y habló de un frexit, o una salida de Francia de la UE.
CAR