Guillermina Jiménez Chabolla, más conocida como Flor Silvestre, y Antonio Aguilar se conocieron en 1950 en las instalaciones de la XEW, una de las estaciones radiales más reconocida y antigua del país. En ese lugar Flor y “Toni Aguilar” -como era conocido el famoso cantante en este entonces- coincidieron por temas de oficio: ella era quien conducía en ese momento el programa radial 'Increíble pero cierto', y él fue su invitado en una ocasión. El programa fue un éxito y terminaron cantando rancheras al aire de la radio.
Allí nació el brote de la historia de amor que comenzó unos años después, durante el rodaje de la película “La huella del chacal”, en 1956. En conjunto realizaron más de 20 películas en la etapa de oro del cine mexicano, además de compartir giras, espectáculos y otros eventos. Fueron de los matrimonios más bellos del mundo del espectáculo. Se casaron en octubre de 1959 y formaron una familia, con dos hijos propios de la pareja. Vivieron juntos momentos inolvidables hasta el día de su muerte.
En más de una ocasión Antonio Aguilar reveló que antes de la llegada de Flor a su vida, él era un aventurero nato, un conquistador en esencia. Sin embargo, al conocerla todo cambió. “Llegó la capital y se acabaron las capillitas” solía decir.
A raíz de este antecedente, la canción que más le cantaba Don Antonio a su esposa era “El Aventurero”. Una canción que cuenta la historia de un hombre enamoradizo y conquistador de mujeres, que le gustan todas y que tiene múltiples vínculos. Ambos disfrutaban del tema musical, al punto que la misma Flor Silvestre le hacía bromas sobre sus “épocas de buen mozo”.
Sin dudas la pareja fue de las más queridas y bellas del mundo del espectáculo, y que dejó en sus hijos y en su entorno siempre un sentimiento de amor verdadero.