En la penumbra, la voz de Natalia Lafourcade lo iluminó todo. De vestido negro con una inmensa cauda, manga larga con encaje floral, su melena ondulada, su rostro con un maquillaje natural y con guitarra en mano, la intérprete sedujo a las 10 mil almas presentes en el Auditorio Nacional.
Un poema de María Sabina fue el preámbulo para que Natalia ofreciera su magia musical, más íntima que nunca, con acordes acompañados de instrumentos con caracolas, así como una batería y una pantalla gigante a sus espaldas que proyectaba imágenes acordes al corte que interpretaba.
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Natalia Lafourcade regresó a sus raíces
El escenario monumental se sentía más como la habitación en la que Lafourcade recibía la visita de las musas que la inspiraron para darle forma a su prolija carrera. Entre lámparas de luz amarilla y caminos iluminados, la nacida en Ciudad de México regaló “Vine solita” y “De todas las flores”.
Luego de “Pasan los días” saludó brevemente a su público: “Ahora sí, ¡ya llegamos. Buenas noches, México!”. Así como su canción “Lugar correcto”, así estaba Natalia, en el sitio que le corresponde, entre su jardín de flores, en la que es su casa y a la que volvió a sus raíces.
“Me siento muy agradecida por su amor y su cariño, por escuchar abrir el corazón para sentir todas estas canciones, todas estas flores, todo lo que se guarda en cada una de ellas, en las profundidades de mi jardín. Con esta habitación con mensajes tan lindos de musiquitas que llegaron poco a poco, que fueran mis maestras”, compartió Lafourcade.
Un concierto dedicado a la niñez del mundo
“Pajarito colibrí” tuvo una de las dedicatorias más especiales; a la niñez del orbe que sufre y al llamado urgente y “eterno” de la acción que la sociedad debe hacer para evitar esos dolores. Su letra fue la promesa de Natalia de que “todo va a estar bien” y que esas almas vinieron a este mundo “para ser libres”.
La compositora de 39 años pidió que sea “hora de hacer comunidad y no guerra”, además simbólicamente brindó para que las infancias en el mundo y “los niños que viven dentro de nosotros, encuentren esa libertad en el corazón y en el alma, que encuentran esa libertad para volar".
Ya con las alas abiertas invitó a todos a aproximarse al “fueguito” que tenía en el entarimado y que era del espíritu de su mamita (María) Sabina. En una especie de hechizo, Natalia hizo la petición al fuego de que se llevara las penas de todos aquellos que le pusieran fe e intención a la llama “para que queme los dolores y vengan las flores”.
La canción que eligió fue perfecta para el momento; “María, la curandera”. Para seguir con su sanación sonora eligió “Camina bonito” y “Mi manera de querer”. Ya con las penas cerradas se fue hasta las playas de Veracruz, que quitan todos los pesare y alzó la voz con “Canta la arena”.
Natalia Lafourcade dedicó su concierto a la vida y a la muerte
Antes de hacer una breve pausa, recitó “Muerte”, en la que tomo la inmensidad de su vestido y se levantó de una silla que había sido su refugió; cuando se le canta a la Catrina no se puede estar quieto, se le debe probar que se disfruta de la vida al máximo para que así retarde su llegada.
En un acto sorpresivo, en el suelo, Lafourcade logró liberarse de esa inmensa cauda que la acompañó hasta ese momento, su acción fue en un tono de gratitud para la vida y la muerte que, explicó, “me han enseñado a disfrutar”; alzó la pesada tela y la ofrendó a sus fieles seguidores, que no dejaron de aplaudirla.
De regreso a la segunda parte de su recital, en la que con un huipil en rojo brillante y lentejuelas en plata, aseguró que “ya estamos del otro lado. Me siento como que acabo de nacer, volvía a ser yo", Natalia hizo una promesa que cumplió a cabalidad: “Nos vamos a encontrar con estas músicas tan bonitas".
De esas canciones Lafourcade comentó que le han enseñado a ser una mejor compositora. Así se sucedieron canciones que celebraron el poder de las palabras, al suelo que bendice con alimento y al poder de la naturaleza con “Veracruz”, “Cien años”, “Tierra querida” y su homenaje a Chavela Vargas; “Llorona”.
Natalia Lafourcade cantó con Silvia Pérez Cruz
En su viaje a su propia curación y a la de los que la escucharon en el Coloso de Reforma, hubo espacio para invitados y el cancionero clásico, pero también de los sencillos que Natalia misma escribió y que son favoritos, como “Tú me acostumbraste” y “Soledad y el mar”, para la que subió a escena la española Silvia Pérez Cruz.
De Silvia, Natalia contó que es “una de mis musas, mi maestra, que me enseña tanto de la vida y la música, de ser cancionera, de disfrutar la belleza en cada momento”. En España y Madrid se encontraron las dos titanes, celebraron juntas un Día de Muertos, los 40 de la de Palafrugell y compusieron “Mi última canción triste”, que regalaron hoy.
“Estoy feliz y agradecida, esta mujer… no existen artista tan grande, con un corazón lleno de generosidad. La admiro, la quiero la celebro, porque existe Natalia creo que el mundo es mejor”, compartió Pérez Cruz, a quien Lafourcade le cedió el protagonismo para que interpretara “Mañana”, que compuso inspirada en los aires de México.
Natalia Lafourcade ofreció sus mejores éxitos
Al rumbo del cierre de su viaje y concierto, Lafourcade ofreció esas canciones que la han llevado a lo más alto, incluso para superar a Bad Bunny como Artista de Año en los Premios Rolling Stone, así sonaron “Para que sufrir”, “Ya no vivo por vivir”, entre las luces de 10 mil celulares, y bailó con “Lo que construimos”.
Para el apoteósico final de esta noche que curó el alma, en la que estuvo entre el público Julieta Venegas, Natalia seleccionó sus máximas: “Hasta la raíz”, “Mi tierra veracruzana”, que todos cantaron a coro; “Nunca es suficiente”, que recibió un alarido monumental, y para despedirse a las 11:11 hora capicúa, descalza, entonó “Tú si sabes quererme”.