ANDREA PUENTE-CATÁN

Andrea Puente-Catán: promoción cultural y artística desde la Ópera de San Diego

Durante más de 20 años, la arpista mexicana ha desarrollado una intensa tarea de promoción musical y del talento mexicano y latinoamericano en Estados Unidos

CULTURA

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ANDREA PUENTE-CATÁN. En la sala del San Diego Ópera. Foto: K.C. Alfred. Cortesía: Andrea Puente-Catán.Créditos: Foto: Cortesía

¿Cómo empezar a hablar de mi quehacer en la Compañía de Ópera de San Diego como directora derecaudación de fondos y de iniciativas hispanas?

Comencemos por el principio. Me inicié en el estudio de la música a los siete años. Empecé cantando en el coro de niños del Conservatorio Nacional de Música, en México, y esa experiencia me marcó para toda la vida, dado que inicié haciendo música con otros niños y por medio de la voz. También estudié algunos años de piano, pero esa no era una experiencia colectiva. Siempre he estado muy interesada en los grupos de cámara, los grupos orquestales y los coros.

En la adolescencia empecé a estudiar el arpa en México y seguí mis estudios en Canadá y Polonia. El primer puesto como arpista principal fue en la Filarmónica de Jalisco, en Guadalajara, y allí tuve mi primer encuentro con la ópera. La primera ópera que toqué fue Lucia de Lammermoor, de Donizetti, seguida por La Bohème, de Puccini; fue un encuentro que me ha marcado –siempre estuve muy cerca de la música vocal–, entonces la ópera fue el perfecto medio en el que me he desarrollado: reúne la música instrumental y la vocal. En ese momento no sabía lo importante que sería la ópera en mi vida: mi memoria atesora la fuerte experiencia que fue tocar mi primera ópera.

Volví a salir de México; esta vez llegué a España, buscando a un gran arpista, estudié con Nicanor Zabaleta en un curso largo de verano, y se abrió la oportunidad de audicionar por la plaza de arpista en la orquesta de la ciudad de Málaga; fui miembro de la orquesta y viví un peregrinaje con la carrera de arpista. Regresé a México y fui arpista de la Orquesta Carlos Chávez y de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, en donde toqué la ópera de mi difunto esposo, el compositor mexicano Daniel Catán, conocido por sus óperas en español. Nos mudamos a Los Ángeles, California, y una vez más me puse a estudiar; esta vez una maestría de música en la Universidad Estatal de California, Los Ángeles (CalStateLA).

En California empieza otro capítulo de mi vida. En estos años, me he dado cuenta que ser latino, ser hispano en el adoptado país que tengo ahora, es algo muy grande y es una responsabilidad enorme. Tengo más de 20 años viviendo en Estado Unidos. Ya en Los Ángeles, inicié a tocar muchos conciertos de corte bilingüe, binacional, –bi, bi, bi–. Siempre con explicaciones en español y en inglés y con música de Latinoamérica y compositores de México.

Comencé a tomar conciencia de que había que compartir la música de nuestros países (somos 49 millones de hispanohablantes en Estados Unidos); las obras de Daniel Catán también: La hija de Rappacinni, Florencia en el Amazonas, Salsipuedes, Il Postino. En unos casos había que promoverlas, compartirlas, y en otros, asegurarnos de que comisionaran la obra. Era un trabajo de promoción y de difusión.

Hace 20 años inicié mi labor de promotora cultural de obras en español, o que tiene que ver con Latinoamérica. Y bueno, uno se muda a un país por un año, dos, tres años, y acaban pasando 20, haciendo proyectos e iniciativas que nunca te imaginaste que ibas a hacer. Los conciertos que toqué y convoqué y todos los proyectos binacionales que hice en Los Ángeles, más la promoción de las óperas y asegurar que llegaran las comisiones, me llevó a la promoción cultural. Una vez que Daniel Catán muere inesperadamente, pensé: "¿Cómo puedo unir la carrera de músico con la de promotor cultural y vivir de eso, y seguir impulsando la obra de Daniel?"

Fue el momento en el que decidí cursar la maestría de Recaudación de Fondos de la Universidad de Nueva York (NYU), estuve viviendo dos años en la ciudad y cursando la maestría. Al terminar, regreso a Los Ángeles, California, y después de unos meses me llaman de la compañía de Ópera de San Diego para integrarme a su equipo de recaudación de fondos: me invitan a crear una iniciativa hispana para la compañía.

Las instituciones culturales en Estados Unidos se sostienen a base de donativos. Ópera en español es una iniciativa que tiene varias ramas: además de presentar óperas en español y obras de corte hispano, también integra a los elencos, cantantes, directores de escena e iluminadores, de origen latino, así como también desarrolla relaciones y alianzas binacionales con instituciones culturales en México.

 Hemos establecido una relación con la Sociedad Artística Sinaloense (SAS), así como también una estrecha relación con el Taller de Ópera de Mazatlán, bajo la dirección del maestro Enrique Patrón de Rueda. Acabamos de donar la escenografía de la ópera Aída. Esa es una relación muy nutrida; al parecer, presentarán la pieza en ciudades sinaloenses y en León, Guanajuato. Tenemos el proyecto de filmar La hija de Rappaccini, de Daniel Catán, con texto de Octavio Paz, en el jardín botánico de Culiacán, y las escenas interiores en San Diego.

Es con estos proyectos que las relaciones se tornan nutridas y vivas y hay un impacto a nivel humano en la acción misma de presentar una escenografía que se construye en San Diego y que muchos cantantes mexicanos usarán para compartir su talento.

Ahora que estamos transitando por esta pandemia, he estado haciendo más de 30 programas virtuales: Ópera en tu sofá, es una serie de programas en línea que presentamos cada semana y se suben a YouTube y a Facebook. Empecé invitando a 16 alumnos del Taller de Ópera de Mazatlán, además de presentar una clase maestra y diferentes entrevistas a grandes talentos de la ópera.

Estas iniciativas nacionales son parte de una visión con la que comulga la visión que tengo, es también la ilusión de poder establecer corredores musicales y operísticos entre México y Estados Unidos. Tenemos una oportunidad muy grande de hacer música con influencias de nuestros países. Todas las naciones de Latinoamérica tienen una representación aquí, tanto como presencia física, de individuos viviendo en este país, como de representación artística.

Estamos en un momento de gran oportunidad: un momento de oro, luminoso para desarrollar proyectos culturales binacionales o globales.

Por Andrea Puente-Catán