Durante la temporada de lluvias es relativamente habitual escuchar términos como espejo de agua, tirante y otros, relativos al estancamiento o subida de nivel de agua propiciada por la lluvia.
Sin embargo, dos de los términos que se suelen confundir con mayor frecuencia son encharcamiento e inundación. Y es que aunque ambos tienen relación con el agua que se concentra comúnmente después de la lluvia, tienen características muy particulares.
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De acuerdo con la definición dada por la Comisión Nacional del Agua, un encharcamiento es producido por lluvias de baja intensidad, tiene una profundidad de entre 20 a 30 centímetros y se produce de manera superficial, bajando de nivel pocos minutos después de que termina de llover.
Por lo regular, se producen en zonas urbanas y no suelen generar mayores daños a la infraestructura, aunque deben abordarse con cuidado si se está circulando en alguna vía citadina.
¿Cuál es la diferencia con las inundaciones?
Las inundaciones son un género más amplio de concentraciones de agua. Suelen tener más de 30 centímetros de profundidad y tardar más de 30 minutos en desaparecer, causando daños en la infraestructura.
A las inundaciones provocadas por la crecida de ríos y arroyos se les llama fluviales, mientras que las causadas por intensas mareas se les conoce como costeras. Por último, las causadas por las lluvias son llamadas pluviales.
Por su velocidad, también se categorizan como aluviales, que consiste en una subida lenta y gradual del nivel del agua por lluvias fuertes, y torrenciales, las cuales son causadas por corrientes de agua que bajan a gran velocidad desde montañas y cerros, cayendo con gran potencia sobre valles y zonas bajas.