Dios siempre cumple sus promesas. Esa es una de las grandes lecciones que se pueden leer tanto en la Biblia y se pueden apreciar en las vidas de los santos hombres y mujeres que le han dedicado su vida.
La historia del profeta Samuel, quien fue el encargado de ungir al rey David y guiar espiritualmente al pueblo de Israel durante mucho tiempo, es una muestra de esta virtud divina. Así fue su historia.
¿Quién fue San Samuel?
De acuerdo con lo escrito en el Antiguo Testamento, Ana y Elcana eran una pareja que no podía tener hijos. Ella era muy devota, por lo que un día subió al templo y le pidió a Dios que le permitiera tener descendencia. A cambio, dejaría a su primogénito a su servicio.
Al poco tiempo nació Samuel. De la misma forma que Dios le cumplió a Ana su promesa, ella mantuvo su palabra y, cuando su hijo fue un joven, lo dejó en el templo. Allí permaneció durante mucho tiempo, a la sombra de un sumo sacerdote que era impío.
Sin embargo, pronto los planes de Dios se revelaron y Samuel fue nombrado sumo sacerdote de Israel. En ese cargo, ungió como rey a Saúl, y cuando se hizo corrupto debido al poder, nombró en su lugar a David, de cuya descendencia nació Jesús.
Tras ser un ejemplo de santidad y rectitud para su pueblo, Samuel falleció a una edad avanzada. Según la Biblia, antes de morir, reunió a la gente de Israel para preguntarles si, en algún momento, había ofendido o injuriado a alguien. Nadie pudo acusarlo de nada.
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