Se suele decir que los designios de Dios son inescrutables porque, muchas veces, la forma en la que se manifiesta escapa del raciocinio humano, llegando a ser incluso hasta incomprensible para nuestra mente la forma en la que ejecuta sus designios.
Así, una historia de celos protagonizada por una reina, le daría una nueva misión a una jovencita que dejó los lujos de la corte española para fundar una congregación que tuvo gran importancia en América. Se trata de Santa Beatriz de Silva Meneses.
¿Quién fue Santa Beatriz de Silva Meneses?
Beatriz fue una de las 11 hijas e hijos del soldado Rui Gomes de Silva e Isabel Meneses, pariente del Conde de Viana y descendiente por tanto de la corona de Castilla. Creció en Campomayor, una localidad ubicada entre los actuales Portugal y España, aunque perteneciente a la provincia lusa de Alentejo.
Cuando el rey Juan II y la reina Isabel de Portugal contrajeron nupcias, Beatriz fue elegida para formar parte de la corte real, por lo que tuvo que trasladarse a la ciudad de Toledo. Se dice que su belleza era tal, que incluso el mismo rey cayó rendido ante la joven.
Furiosa y cegada por los celos, Isabel de Portugal mandó a encerrar a Beatriz en un baúl, mismo que se puso en un lugar del castillo, sin agua o comida. Una milagrosa aparición de la Virgen María fue todo el sustento que tuvo la futura santa para sobrevivir.
Luego de la traumática experiencia, Santa Beatriz de Silva decidió entrar como seglar, es decir, sin pertenecer a la orden, en el convento de Santo Domingo del Real. Allí duró 30 años realizando las labores más humildes, repartiendo su riqueza y cubriendo su rostro para evitar que fuera piedra de tropiezo.
Gracias a la amistad que tuvo con la reina Isabel la Católica, Beatriz de Silva consiguió tener una casa solariega, donde junto a otras religiosas fundó un convento consagrado a la Concepción de la Bienaventurada Virgen María, orden que fue validada por el Papa Inocencio VIII. Era 1489.
Aunque Santa Beatriz de Silva Meneses falleció en 1492, su legado viajó en las carabelas que llegaron al Nuevo Mundo, donde su orden fundó más de 100 iglesias gracias al tesón de sus hermanas y al patronazgo de Isabel la Católica.
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