Panorama Social

Todas tenemos una feminista dentro

A las mujeres nos cuesta pedir lo justo, lo que valemos, en el ámbito laboral o familiar. El pensar en el bienestar propio es visto como un acto de egoísmo

Todas tenemos una feminista dentro
A las mujeres nos cuesta pedir lo justo, lo que valemos, en el ámbito laboral o familiar Foto: Arte: Nicole Flores

Nunca me consideré feminista, es más, creo que ni entendía lo que significaba el término. Yo creí que “esas cosas” no aplicaban a mí, que “esos problemas” les pasaban a otras personas, pero no a mí. Nunca nadie me ha agredido sexualmente gracias a Dios, estudié lo que quise, trabajo, vivo bien, nadie me maltrata, entonces no aplica. Hasta que desperté, o más bien, me caí de la cama, y me di tal guamazo que me derrumbó toda mi realidad como un cubetazo de agua fría. De hecho, juzgaba y lo digo con vergüenza. Pero Dios, o el destino, se encarga de enseñarte lo que necesitas aprender para evolucionar.

El día que mi madre falleció me llegó mi cruda realidad. Ya no estaba la única persona que me defendía, y entonces di a luz a mí misma. Me di cuenta de que nadie me rescataría más que yo y que había que salir adelante, ahora yo soy el ejemplo para mis tres hijas y había dos opciones: dejarme o sacar la casta. Y no sabes el trabajo que me costó mi querido lector, porque no se cómo ni porqué, pero a las mujeres nos cuesta pedir lo justo, lo que valemos, en el ámbito laboral o familiar, da igual, así hemos sido educadas.

Como dice la psicoanalista Rosalba Bueno: “Una de las cosas que más ofende a las mujeres es que les digan, 'eres una materialista, lo único que te interesa es el dinero'”, y eso normalmente te lo dicen después de que pides lo que te corresponde. Pero cuando es el hombre quien lo pide, no es un “materialista”, sólo las malas mujeres piensan en el dinero, las buenas son generosas y piensan en el bienestar común, antes que nada, el pensar en el bienestar propio es visto como un acto de egoísmo puro, como una traición. No es un capricho pedir lo que merecemos, es un derecho y mientras no nos apropiemos del derecho que tenemos y actuemos en consecuencia seguiremos siendo las víctimas, no importa cuantas marchas más existan.

Lo que ya fue, ya estuvo, ya no podemos hacer nada. Es de hoy para adelante, con nuestro actuar, pensar, hablar. El empoderamiento es asumir nuestra responsabilidad en todo, dejar de ser la consecuencia de otros actos. Es meterle acción y poner límites, empezando por ti y tus pensamientos. Es educar diferente, es salirnos de la zona de confort.  Porque lo que no se vale es quejarse y no hacer nada. Es reeducarte, replantear todo tu sistema de creencias. Y hacer no significa agredir, ni pelear. Puedes ser cien por ciento femenina, estar en una relación, ser amorosa, pero también ver por ti, cuidarte, poner límites, pedir lo justo, decir lo que piensas y lo que sientes de forma asertiva y a tiempo, darte tu lugar.

Lo que sí te puedo decir es que hay lujos que las mujeres no nos podemos dar: la vulnerabilidad de poner nuestra vida en las manos de otros, es uno. Estudia, trabaja, toma tus propias decisiones, no importa tu nivel socioeconómico, esas bases siempre serán un buen cimiento para poder ser tu propia dueña.

ILUSTRACIÓN: ERIK GONZÁLEZ

POR BRENDA JAET

MAAZ

 

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