La señora Leoba cura desde los ocho años. Aprendió de su abuela, quien era a su vez curandera en un pueblo cercano a la Sierra Negra.
Con ella también aprendió a ser partera, atendiendo su primer parto a los catorce años, aunque afianzándose en la práctica a los diecinueve cuando se casó y se mudó de pueblo.
A curarse con Leoba se acerca gente no solo de su pueblo Cuetzalan, Puebla, sino de pueblos aledaños y, en ocasiones, de remotas regiones del país y el mundo.
Distintos altares se aparecen en su casa y un desfile de santos de religiones diversas se conviven en estos.
La Virgen de Guadalupe y San Miguel Arcángel se codean entre las veladoras, las anforitas y el incienso con Jesús Malverde y la Santa Muerte, así como con imágenes de hombres santos y gurús, entre ellos una imagen de Guru Nanak, fundador del sikhismo.
Doña Leoba reza, ríe y canta durante sus curaciones, en las que, en muchas ocasiones, la asiste su nieta Selik, quien imita sus movimientos durante las curaciones al tiempo que sus pacientes gritan y gimen.
Con información de Cuartoscuro.
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