CÚPULA

Puebla, perla del barroco en América

La ciudad se plasmó con orientación astronómica, con un orden estrictamente reticular de las calles y se estableció una lógica cartesiana

TENDENCIAS

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Ex Teatro de la Sociedad Artística Filarmónica “La Purísima Concepción”, sede del Congreso de Puebla. Foto: cortesía Alejandro Vera Aburto.Créditos: Foto: cortesía Alejandro Vera Aburto.

Puebla es una ciudad, como se dice, que nació con ángel. Al margen de la leyenda que señala que los ángeles mismos son los custodios —albañiles incluso— del desarrollo de la ciudad, hay una serie de peculiaridades que nos hacen pensar que, desde su origen, Puebla ha tenido un bienhadado destino manifiesto.

En principio, es la única ciudad importante del siglo XVI (fundada en1531) que se asentó en un páramo despoblado; pese a ser vecina de centros prehispánicos de alta densidad como Cholula y Huejotzingo, Puebla se funda partiendo de un lote baldío, es decir, de la nada, bueno, salvo la sustancia de un sueño: crear una ciudad a capricho y placer, sin que hubiese que ajustarse a una traza anterior ni a una organización predeterminada. A diferencia de la Ciudad de México, que se erigió sobre la antigua Tenochtitlan, Puebla fue primero imaginada y luego construida. Pocos poblados en el mundo han tenido el privilegio de soñar la ciudad a su medida. El surgimiento de Puebla no data de la primera piedra angular que se fincó, su fecha de fundación se remonta a aquella primera vez en que fue imaginada (¿acaso por el dominico Julián Garcés o quizás por el franciscano Motolinia?).

Entrada de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario, ciudad de Puebla. Foto: Ramon Leon Rosas, www. fotosdepuebla. org. Creative Commons

En cuanto al orden social, una de las ideas fundacionales de Puebla está relacionada con la convivencia social que después se propagó por todo el continente: se refiere a la igualdad de todos los hombres sin distingos de raza. Puebla fue la primera ciudad donde se estableció que ninguno de sus pobladores fueran encomenderos, es decir, que no tuvieran, mediante permiso y concesión de la corona, esclavos indígenas a su cargo; la idea era que Puebla fuera la primera tierra de hombres libres y trabajadores sin derecho a esclavizar ni explotar a nadie. Hay que estudiar hasta qué grado este principio de igualdad hizo eco en la abolición de la esclavitud en las leyes mexicanas, mucho antes que en otros países y en otras naciones.

Respecto a la arquitectura y la lotificación, se plasmó una orientación astronómica específica, se hizo un orden estrictamente reticular de las calles y se estableció una estricta lógica cartesiana en los domicilios —es de las pocas ciudades cuyo número de residencia te informa, haciendo sumas y restas, las calles entre las cuales se encuentra una determinada dirección—. Las casonas monumentales y la voluntad de esplendor en los espacios hablan del tamaño de los sueños urbanos de aquella época. Y si el espíritu del tiempo era fundar la ciudad de Dios en la Tierra, por efecto de contraste o bien por mera economía de la compensación, a la lógica cuadrada del plano cartesiano plasmada en las calles angulosas y rectilíneas, se opuso en los espacios interiores la espiral del rizo barroco. En los templos y en las casonas, en los salones públicos y en las salas privadas, se impuso el exuberante adorno de curva y cairel, de floritura y enredo.

Una muestra de la maestría artística de la ciudad, es la pintura mural de la Casa del Deán de Puebla. Foto: cortesía Alejandro Vera Aburto.

Hay que tomar en cuenta que la España que estableció su virreinato en México, gozaba de la saludable edad de oro del barroco, por ello penetró con asombrosa maestría. Algunos estudiosos señalan que la súbita expansión de la estética barroca se debió más que al genio español, a la predisposición de la cosmogonía mesoamericana, la cual compartía ciertas afinidades con el barroco español, facilitando así el ars combinatoria del sincretismo mexicano.

Uno de los principios de la sensibilidad barroca es precisamente la unión de los contrarios, coincidentia oppositorum —el famoso oxímoron barroco—, lo cual se confirma en los espacios de Puebla: las calles y el orden urbano de naturaleza lineal y cuadrangular, con medidas homogéneas —todas las calles miden exactamente lo mismo— contrastan con el adorno exuberante, casi selvático, de los espacios interiores. Un claro ejemplo de esta unión de los contrarios se encuentra plasmado en el orden espacial de la Capilla del Rosario, joya del barroco latinoamericano: al entrar a la iglesia de Santo Domingo, lo menos que se podría esperar al final del pasillo de una iglesia, un tanto austera y frugal de estilo clásico, es esa deslumbrante capilla justo a la izquierda del altar mayor; al girar la vista nos deslumbra de pronto ese esplendor vegetal de la exuberancia barroca. Un salto inesperado de lo frugal a lo frutal —la cercanía fónica entre frugal y frutal armoniza la gramática con una arquitectura que une los contrarios—. Se cumple el matrimonio de los opuestos y también otro gran principio de la sensibilidad barroca: buscar siempre el asombro y uno de los recursos que conducen al asombro es precisamente el factor sorpresa. Por ello no es ninguna coincidencia que las ciudades barrocas suelan ocultar entre sus recovecos sitios exuberantes con la finalidad de aumentar el asombro, a través del repentino encuentro con lugares inesperadamente apabullantes. Se decía, más arriba, sobre el alegre sincretismo entre la sensibilidad prehispánica y la europea, que dio como resultado la hechura de verdaderas y singulares perlas del barroco latinoamericano —barroco significa etimológicamente “Perla rara”—; en Puebla son ejemplo las iglesias construidas por artistas indígenas de Tonantzintla y San Francisco Ecatepec.

La ciudad de Puebla combina cada uno de sus elementos culturales, entre ellos la gastronomía. En la imagen, mole poblano. Foto: cortesía Alejandro Vera Aburto.

Quedará, para una reflexión posterior, pensar si el espíritu barroco, lo que los alemanes llaman el espíritu de un tiempo, zeitgeist, hizo mella en el alma de los poblanos y nos transformó en seres tan barrocos como los nudos gordianos del frontispicio de la Biblioteca Palafoxiana; si una sensibilidad que buscó a toda costa la convivencia de los contrarios y asombrar la consciencia humana, hizo su trabajo en los fondos del temperamento poblano y nosotros, los habitantes de las calles angulosas, pero de interiores arqueados, nos hemos convertido en personajes barrocos, y el espíritu de un tiempo no sea sino el alma de un pueblo, lo que los alemanes llaman voltgeist.

Por Miguel Ángel Maldonado

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