La vecindad con Estados Unidos siempre ha sido compleja. La presidenta Sheinbaum ha mostrado serenidad para lidiar con la complejidad adicional que representa el presidente Trump. Esa serenidad puede convertir la guerra comercial en una oportunidad de largo plazo.
Trump anunció aranceles que se aplicarán globalmente a países que imponen tarifas a productos estadounidenses, o con los cuales Estados Unidos tiene déficit en su balanza comercial.
Algunos porcentajes son abrumadores, especialmente para economías asiáticas: 34% para China (principal proveedor de bienes a EE.UU.), 37% a Bangladesh (intensivo en la fabricación de ropa), 46% a Vietnam (competidor de México por friend-shoring global), y 24% a Japón (cuya industria automotriz exporta significativamente a Norteamérica). La Unión Europea tampoco se salvó: recibió un 20%. Incluso países cercanos como Argentina recibieron un 10%.
Canadá y México lograron cierto respiro al no recibir aranceles adicionales. Aunque se mantiene el 25% para acero y aluminio, y a componentes automotrices no estadounidenses. Duele, sí, pero pudo ser peor.
China respondió con un arancel del 34% a todos los bienes estadounidenses. Los aranceles retaliatorios, la incertidumbre sobre las cadenas globales de producción y suministro, y el traslado de costos a los consumidores, provocaron una fuerte caída en las bolsas. Solo el viernes pasado, el Dow Jones perdió 5.5%, el Nasdaq 5.8% y el S&P 500, 6%. En dos días, la guerra comercial destruyó 5.4 billones de dólares en valor económico.
Por el momento México ha evitado medidas más severas. Las acciones diplomáticas, en materia migratoria y de seguridad de la actual administración nos compraron tiempo. Pero recibimos la agresión pasivamente, sin dar una respuesta proporcional. Los efectos colaterales ya se sienten. Stellantis —propietaria de Chrysler, Jeep y Dodge— suspendió operaciones en Toluca, y Nissan detuvo exportaciones de SUVs y de su línea de lujo a EE.UU.
Pese a todo, el gobierno mexicano tiene la oportunidad de convertir esta crisis en una estrategia de corto y mediano plazo que impulse la innovación, fortalezca el mercado interno y diversifique nuestras relaciones comerciales bajo esquemas de reciprocidad . Si los aranceles a países asiáticos se prolongan, México seguirá siendo competitivo, incluso bajo presión arancelaria. La razón: geografía privilegiada, cadenas de producción integradas y un tratado comercial aún vigente.
La presidenta Sheinbaum tiene tiene el reto de preparar la revisión del TMEC de 2026 y reposicionar a México en un escenario de guerra comercial. Cuenta con las herramientas: facilitar inversión en infraestructura, ofrecer certidumbre jurídica, acelerar la inversión privada y promover proyectos intensivos en capital.
CUMULONIMBOS. "Para hacer la paz se necesitan dos; pero para hacer la guerra basta con uno solo”, Chamberlain.
POR BOSCO DE LA VEGA
PAL