La Novena Reunión Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada la semana pasada en Tegucigalpa, tuvo lugar en un momento crucial: el de la redefinición de las reglas del comercio mundial en el contexto de la actual guerra de aranceles que sacude a la economía global. Este nuevo escenario representa una gran oportunidad para que nuestros países diversifiquen sus relaciones comerciales, fortalezcan el intercambio que ya existe al interior de la comunidad regional y avancen unidos en la búsqueda no solo de nuevos mercados, sino también de mejores formas de convivencia global.
En este contexto, resultó especialmente oportuna y pertinente la convocatoria hecha por la Presidenta Claudia Sheinbaum, quien propuso realizar una cumbre centrada en el bienestar de nuestros pueblos desde una perspectiva humanista que ponga primero a los pobres. En su intervención, la presidenta afirmó que esta cooperación es viable si se parte de la premisa de que los pueblos de la región conforman “una comunidad de destino unida por la historia, la diversidad, la resistencia y, sobre todo, por los sueños de justicia”.
La propuesta de la Presidenta Sheinbaum recoge el anhelo histórico de unidad que ha inspirado a los pueblos de América Latina desde su lucha por la independencia frente a los imperios coloniales. Este ideal está presente en la mayoría de los movimientos emancipadores y encuentra su expresión sintética en el sueño del libertador Simón Bolivar. La visión de la Presidenta responde a ese llamado bolivariano al plantear una integración regional basada en la solidaridad entre los pueblos, donde el progreso se mida por su capacidad de generar bienestar compartido, con una perspectiva de fraternidad, justicia y equidad.
En su discurso, la Presidenta también subrayó que las relaciones entre países deben darse con absoluto respeto a la soberanía de los Estados. Este principio resulta esencial en una región caracterizada por profundas asimetrías geográficas y económicas, donde conviven naciones de muy distintos tamaños. Frente a esta diversidad, es indispensable garantizar un trato igualitario que reconozca la dignidad de todas las naciones, más allá de sus dimensiones.
El respeto referido obliga a rechazar los bloqueos políticos y económicos que sobreviven a la Guerra Fría, pues constituyen formas de exclusión y son enemigos naturales de la integración que debemos superar como parte del pasado. Esta visión es congruente con la concepción de un mundo multipolar, en el que las relaciones de supra a subordinación cedan frente a nuevas formas de cooperación, dejando atrás toda pretensión de poder hegemónico, así como los viejos métodos de antagonismo y dominación.
POR: LUIS FERNANDO SALAZAR
PAL