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El arte de saber ganar

El último encuentro de la Champions League que enfrentó al Real Madrid y el Atlético de Madrid terminó por confirmar un hecho que ya se sospechaba

El arte de saber ganar
Tomás Lujambio / Balones y pelotas / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El último encuentro de la Champions League que enfrentó al Real Madrid y el Atlético de Madrid terminó por confirmar un hecho que ya se sospechaba desde la entrega del Balón de Oro anterior: el brasileño Vinicius Jr. es un pésimo perdedor, pero, sobre todo, es un ganador todavía más despreciable.

Durante el partido de vuelta de la semifinal, el paupérrimo rendimiento del sudamericano fue acompañado con una arrogancia que, además de injustificada, lo evidenció como un deportista que tiene nulo tacto competitivo. 

Después de un partido genuinamente deplorable para el delantero merengue, el brasileño tuvo la audacia y el descaro para ir a presumir su victoria frente a la porra colchonera. 

Ahí frente a ellos, Vinicius se quitó la chamarra de entrenamiento y la colocó frente a la grada de tal forma que se pudiera mostrar el escudo de un equipo ansioso por presumir una de sus victorias menos merecidas y mediocres de lo que va de temporada.

Aunque el gesto supuestamente “inocente” del brasileño desencadenó el enojo de la afición del Atlético de Madrid, Vinicius no quiso asumir la responsabilidad del ambiente hostil al que claramente contribuyó. 

En pocas palabras, Vinicius Jr. es el clásico futbolista que se lleva pero no se aguanta. 

El brasileño vive bajo la ilusión de que el mundo entero se jacta de estar en su contra. 

Según él, los árbitros que lo expulsan por agredirlos están coludidos, los jugadores a los que insulta no merecen jugar futbol y los aficionados de los equipos a los que él mismo provoca son unos irrespetuosos. 

En fin, el delantero merengue vive en el mundo al revés y defiende su delirio con una seguridad que raya con la antideportividad: cuando gana, Vini es el más veloz en adjudicarse la victoria y ostentar su palmarés al rival; cuando pierde, no duda en inventarse responsables imaginarios en forma de árbitros, aficionados u organizaciones enteras que quieren verlo derrotado. 

Su actitud se asemeja a la de un niño pequeño que recurre rápidamente al berrinche para obtener aquello que cree merecer a pesar de su comportamiento. 

Desafortunadamente, el peligro de no cumplir con sus berrinches es inmenso: aficionados, jugadores e, incluso, entrenadores se ven entrometidos una y otra vez por insultos, quejas y comentarios injustificados que lo pintan siempre como la víctima y nunca como el instigador que es. 

Si bien su ausencia en la gala del Balón de Oro ya nos había demostrado lo mal perdedor que es, su comportamiento durante la semifinal contra el Atlético de Madrid terminó por exponer a Vinicius Jr. como un ganador igual de intolerante. 

Muy en el fondo, lo que busca el futbolista brasileño no es el respeto de la afición, del árbitro o de los jugadores contrarios, sino una idolatría ciega que ignore sus flaquezas y le aplauda, incluso, sus peores comportamientos. 

POR TOMÁS LUJAMBIO

COLABORADOR

@TLUJAMBIOT

MAAZ

 

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