¿Somos dueños de lo que hacemos o ya solo somos esclavos de sus productos? En su “Preámbulo a las Instrucciones para dar cuerda al reloj”, Julio Cortázar ya presagiaba esto al decir: “…no te regalan un reloj, tú eres el regalado. A ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. Cortázar enumera con crueldad la cantidad de acciones esclavizantes del ser humano frente a la máquina. Me imagino cómo sería ese mismo cuento con un Apple Watch como objeto descrito.
En “Your Life Is Manufactured: How We Make Things, Why It Matters and How We Can Do It Better”, Tim Minshall, distinguido profesor de la Universidad de Cambridge y director de su Instituto de Manufactura emprende una exploración fascinante sobre el complejo mundo de la fabricación que sustenta y regula nuestra vida cotidiana.
Minshall presenta la manufactura tanto como una maravilla de la modernidad como un sistema vulnerable. Destaca la naturaleza “asombrosamente compleja y preocupantemente frágil” de las cadenas de suministro globales, cuya fragilidad quedó expuesta con crisis como la pandemia de COVID-19. A través de descripciones vívidas, el lector viaja desde una panadería local en Cambridge hasta una enorme fábrica de automóviles eléctricos en China, ilustrando la diversidad y la magnitud de la producción industrial. Minshall menciona que un supermercado promedio en el Reino Unido almacena alrededor de 30 mil categorías de productos diferentes, cada una de ellas resultado de una manufactura y logística meticulosas.
Un tema central del libro es la crítica a la noción de “economía del conocimiento” y la falsa idea de una sociedad “posindustrial”. Minshall argumenta que los países no pueden depender únicamente de los servicios, como la banca de inversión o la consultoría; una capacidad de manufactura sólida es esencial para la resiliencia económica y la innovación. Señala a naciones como Suiza y Singapur, que mantienen altos niveles de producción industrial, como ejemplos de este equilibrio.
También aborda las implicaciones medioambientales y geopolíticas de las prácticas de manufactura actuales. Aboga por cadenas de suministro más cortas, limpias y resilientes, destacando la importancia de una economía circular de bajo desperdicio. Este enfoque no solo reduce el impacto ambiental, sino que también fortalece la estabilidad frente a crisis geopolíticas. Sin embargo, reconoce los desafíos para cambiar la mentalidad corporativa, ya que muchas empresas siguen centradas en beneficios a corto plazo, ignorando vulnerabilidades sistémicas. Pienso por ejemplo en el fenómeno ‘slow food’, que duró tan poco, por el coste implícito. Resultaba más caro ir a un restaurante que solo cocinaba comida local que a otro cuya materia prima venía de la agroindustria global.
Minshall ilustra su análisis con ejemplos concretos que demuestran la interconexión de la manufactura global. Uno de los más llamativos es el caso de la producción de teléfonos inteligentes, donde un solo dispositivo puede implicar la participación de más de 40 países en distintas etapas del proceso. Desde la extracción de minerales en el Congo hasta la ensambladura en fábricas chinas y el diseño en Silicon Valley, el autor desglosa cómo cada componente sigue un trayecto de miles de kilómetros antes de llegar a las manos del consumidor. Este ejemplo no solo expone la sofisticación del sistema, sino también su vulnerabilidad a interrupciones como conflictos geopolíticos o restricciones comerciales, que pueden desestabilizar el suministro de productos esenciales.
Otro ejemplo revelador en el libro es el impacto de la manufactura en la industria de la moda rápida (‘fast fashion’). Examina cómo marcas globales dependen de fábricas en el sudeste asiático, donde los bajos costos de producción han permitido precios accesibles para los consumidores, a costa de condiciones laborales precarias y una huella ambiental brutal. A través del caso de Bangladesh, donde la tragedia del Rana Plaza en 2013 expuso las deficiencias en seguridad industrial, el autor subraya la necesidad de prácticas de manufactura más éticas y sostenibles. La eficiencia económica no debe primar sobre la responsabilidad social y ambiental.
La pasión de Minshall por la manufactura es innegable, pero a veces sesgada. Sus estrechos vínculos con figuras de la industria, como John C. Taylor, importante donante de Cambridge y fundador de Strix Group plc —empresa mencionada en el libro— plantea dudas sobre su objetividad. Además, su enfoque en ejemplos de Cambridge y sus alrededores, aunque coherente con su visión localista, podría limitar la aplicabilidad de algunas de sus conclusiones a nivel global.
De cualquier forma, “Your Life Is Manufactured…” es un recordatorio y una señal de alarma del papel fundamental de la manufactura en nuestra vida. Invita al lector a reconsiderar su relación con los objetos cotidianos y los procesos que los hacen posibles. Nos desafía a valorar la ingeniería detrás de nuestra existencia y a abogar por una producción más sostenible y resiliente.
POR PEDRO ÁNGEL PALOU
COLABORADOR
@PEDROPALOU
EEZ