Desde Mar-a-Lago, su propiedad predilecta en Florida, el delirante Donald Trump ofrece a la prensa un enésimo performance para sumar acusaciones en contra de México: ahora dice que nuestro país “está esencialmente dirigido por los cárteles”. La Presidenta Sheinbaum lo pone en su lugar: “A Trump le mal informaron (que) en México todavía gobernaban Felipe Calderón y García Luna. En México gobierna el pueblo”.
Los opositores a la 4T no se rinden y aprovechan cada altercado para alentar la narrativa del anaranjado Capitán América: catalogar como terroristas a las organizaciones criminales para combatirlas en suelo mexicano. Ignoran que es la peor idea que se le ha ocurrido a Trump.
No lo digo yo, que ruego por ver implosionar el Imperio. Lo dicen los propios gringos. Uno de ellos es Doug Bandow, un exasistente de Ronald Reagan que opina regularmente en medios conservadores o hegemónicos. “La desagradable verdad sea dicha: el problema no es que los mexicanos estén dispuestos a suministrar drogas a Estados Unidos, sino que los estadounidenses quieren consumir drogas mexicanas”, escribió Bandow el pasado 2 de enero en The American Conservative.
“El principal problema de las drogas está en Estados Unidos, no en México”. Bandow augura que invadir suelo mexicano “desencadenaría una oposición activa a nivel internacional, uniendo a la mayor parte del mundo contra la ocupación estadounidense” (https://n9.cl/dy09s).
Lo dice también Brandan P. Buck, investigador del Cato Institute, con sede en Washington: “Una mayor militarización de la guerra contra las drogas, especialmente una acción militar unilateral en México, pondría en peligro dos de los temas más importantes de la administración de Trump: controlar la inmigración ilegal (el principal tema de la agenda interna) y contrarrestar el ascenso de China”. Una incursión militar, según Buck, “podría tener efectos dominó en toda América Latina” y le daría a China “una narrativa convincente” para expandirse.
Buck, que además es historiador, asegura que hasta a los veteranos de las Fuerzas de Operaciones Especiales, los más entusiasmados de combatir a los cárteles, les parece insostenible alguna operación castrense en México. No sólo por problemas logísticos y tácticos o porque “los cárteles gozan, por coerción o por consentimiento, de distintos niveles de apoyo local”. También porque la historia reciente demuestra que “es fácil desmantelar y fragmentar las redes de los cárteles, pero eliminarlas y detener el flujo de drogas parece imposible”. En todo caso, la fractura de los cárteles ha acelerado la violencia (https://n9.cl/b7stfm).
En su performance, Trump ha incluido sus reiteradas amenazas a Canadá, Panamá y Dinamarca, pero no ha faltado quien desmonte estos dislates. Bandow, por ejemplo, está convencido de que, si Estados Unidos sumara a Canadá, los más de 40 millones de habitantes “desplazarían la política hacia la izquierda, beneficiando al Partido Demócrata, no a las legiones de partidarios de Trump”.
En el caso de Panamá, The Wall Street Journal ha dicho que “es infundada” la afirmación de Trump respecto a que los transportistas comerciales estadounidenses están siendo estafados en el Canal. Sobre Dinamarca, ¿los 57 mil habitantes de Groenlandia querrían ser gobernados por Trump cuando gozan de un autogobierno? Y de cambiarle el nombre al Golfo de México, mejor ni hablamos.
¿Significa entonces que las advertencias de Trump son meras fanfarronadas? No. Son tan reales como su creencia de que Estados Unidos volverá a ser grande. Significa que algunas de sus bravuconadas son mera propaganda, que otras son inviables o absurdas, y que hay otro tanto que pondrán al mundo de cabeza, aunque Anna Kelly, la portavoz de Trump en la transición, asegure que, “el mundo entero estará más seguro” cuando el magnate asuma la presidencia. (Risas grabadas).
POR ALEJANDRO ALMAZÁN
COLABORADOR
@ELALEXALMAZAN
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