Escribir con Luz

El feo acto del fusil

El plagio o la apropiación de ideas en el periodismo mexicano es un fenómeno que crece con el paso del tiempo y de la impunidad

El feo acto del fusil
Cynthia Mileva / Escribir con luz / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Cada vez que leo a Ibargüengoitia o Jardiel Poncela me dan unas ganas de robarme sus palabras. ¡Es que son impecables! Ese humor rayado de genialidad despierta mis bajos instintos de sobrescribirlos, luego me acuerdo que es plagio y se me pasa. 

De entre las formas de emular a los maestres que uno admira, yo aplico la de nombrarlos, citarlos, traerlos a la memoria como invitados de lujo en mis humildes espacios literarios, siempre cuidando que sus palabras sigan siendo suyas, por respeto a su legado. Pero en el segundo filo de la navaja, hay otra forma muy menuda de aprovecharse de las ideas del otro, me refiero al Fusil con F de Foco Fundido, al robo, al chacaleo, a la carroña, al plagio intelectual pues. 

Vamos que, si alguno de mis alumnos o colegas se lleva líneas de esta columna de opinión fotográfica ¡que así sea!, los apapacho porque para eso se sueltan estas letras, pero que un portal de noticias coseche quincenalmente mi columna, le revuelque unas palabras y se la lleve a su sección de “estilo de vida” es un golpe en el dedo chichito del pie. 

Me había pasado antes, con fotografías que fueron saqueadas de mis redes personales y rebanadas del crédito sin importar darle al traste a la composición o proporción solo por borrar mi nombre como en este caso. Esto me provoca sentimientos del halago a la molestia, pero sobre todo de duda. La duda de ¿adónde les puedo mandar mi currículo completo?, porque si andan necesitando creadores de contenido, si somos, agentes libres, también somos y por unos cuantos pesos, hasta fotos bonitas les incluimos.

En realidad, y lejos del trago propio, la bebida del buen periodismo cada vez huele más fermentada. Poco queda de los grandes periodistas, la talacha del oficio y el profesionalismo con que lo hacía la vieja escuela. Qué tiempos aquellos donde el periódico se hacía con más esfuerzo y al extender sus pliegos a dos manos, olía a papel revolución.

POR CYNTHIA MILEVA   

CYNTHIA.MILEVA@HOTMAIL.COM

  

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