Los rufianes no pueden comportarse de otra manera. Lo suyo es el hostigamiento, los puñetazos, la perpetua baladronada. De hecho en inglés “bullying” tiene su origen en el término “acoso”, de “bull” (toro), muy relacionado con los chulos, padrotes, macarras que viven mangoneando a las prostitutas. Es una actitud ante la vida; no pueden ser de otra manera. Son insufribles. Todos los hemos padecido alguna vez en la vida.
Aún no se sabe cuántos fueron los aerotransportes militares que el gobierno de EU habría enviado a Colombia con decenas de indocumentados originarios de ese país. Como ya se ha informado, apenas enterarse del operativo, el presidente Gustavo Petro ordenó cerrar el acceso a los aeropuertos colombianos a fin de impedir el arribo de esas aeronaves.
Estaba inspirado el mandatario, a primeras horas de la madrugada del domingo, cuando en sus correos publicó que ante esa bravata estaba dispuesto a inmolarse como Salvador Allende, que lo acompañaban las mariposas amarillas habitando Macondo y la soberanía Latinoamericana en pie… que él se comportaría como el último de los Aurelianos Buendía salidos igualmente del imaginario de García Márquez.
Aún no cumplía una semana en el poder Donald Trump, cuando en contrapartida ordenó subir los aranceles a las importaciones colombianas en 25 % y cancelar los visados a todos los ciudadanos de ese país, hasta nueva orden. En cosa de horas el ucase trumpiano tuvo efectos. Y que sí, los aviones norteamicanos podrían aterrizar cuando quisieran y cuantos quisieran, suplicando que los ciudadanos repatriados fuesen “tratados como seres humanos”. Faltaba más.
Ya quedó marcado. Los aviones militares norteamericanos podrán seguir transportando a migrantes “delincuentes” a sus lugares de origen, Guatemala, Colombia, el país que sea, cumpliendo así una de sus promesas de campaña. La famosa MAGA (“Make America Great Again”), que implica la expulsión de los invasores que cruzaron la frontera sur de mala manera.
De lo que se trata es de mandar y obedecer. Ya lo manifestó Theodore Roosevelt una siglo atrás, hablar claro y aplicar el garrote (el “big stick”) cuando sea necesario. Antes se requería de las cañoneras y los marines desembarcando al amanecer, ahora basta con un golpe de arancel, del 25, del 50 %, cancelar las visas, y los disconformes doblan las manitas, como se dice.
Prometió barrer la casa, apenas ingresar, y lo está cumpliendo. Donald Trump ha señalado que uno de los males heredados por las anteriores administraciones demócratas ha sido la excesiva prodigalidad en las cuestiones migratorias, por lo que se les han “colado” demasiados delincuentes. Ha llegado la hora de poner fin a esa filantropía mal entendida, y que cada cual permanezca en su lugar de origen. Los hondureños en Honduras y los oaxaqueños en Oaxaca. “Aquí no hay lugar para ustedes, ¿qué no lo entienden?”.
El problema de fondo, ya lo decíamos, tiene dos focos antagónicos. Por un lado están los gobiernos fallidos que no pueden garantizar seguridad, educación ni bienestar a sus ciudadanos, y por el otro el faro de luz que representa la sociedad norteamericana (el “american way of life”), a cuyas migajas aspiran millones de migrantes buscando acomodarse a lo que sea… jornaleros, lavaplatos, peones de la construcción.
Se trata de una contradicción histórica irremediable, hasta donde entendemos, y de ahí los hormigueros humanos que corren del sur, concentrándose en el Darién, en una columna que no para sino hasta las garitas de California y Texas. Y, como bien saben los jadineros, un hormiguero es inextinguible, aunque sí puede ser “controlado”.
La bravata de Petro pasará a la historia como eso; un desplante irreflexivo, pendenciero, que no podría llegar más lejos. “Ah, ¿no podemos aterrizar?”. El traslado aéreo de los colombianos indocumentados continuará por buen rato, y los mandatarios que quieran alzar el cuello en contra, mejor que lo piensen dos veces.
La indignación y el radicalismo soberanista está muy bien para los discursos, pero este momento es difícil como nunca para desafiar al gran valentón. Es momento del diálogo, la palabra y la conciliación. Lo demás será heroismo admirable y sublime –como Petro en la primera hora–, aunque del todo inútil. Los rufianes no entienden, pero hay que ofrecerles razones. Una y otra vez.
POR DAVID MARTÍN DEL CAMPO
COLABORADOR
EEZ