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Sumisión

Su distopía no son los talibanes en el Palacio del Elíseo, es la normalización del ocaso de Occidente

Sumisión
Carlos Bravo Regidor / Radar de libros / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

A principios del 2019, durante la primera presidencia de Trump y apenas un año antes de que estallara la pandemia, el veterano periodista Tom Rosenstiel se preguntaba “¿cómo escribir ficción política cuando las noticias cotidianas se leen como una distopía?”. Acto seguido relataba sus dificultades –como novelista– para contar historias creíbles en un entorno informativo dominado por personajes y acontecimientos que constantemente desafían los límites de la incredulidad pero que, al mismo tiempo, terminan volviéndose demasiado predecibles para ser convincentes como ficción.

Michel Houellebecq publicó “Sumisión” (Anagrama, 2015), una novela política sobre la decrepitud cultural de Francia y su dócil transformación en un país islámico, el mismo día del atentado yihadista contra la revista satírica Charlie Hebdo en París –y en cuya portada aparecía una caricatura del propio Houellebecq–. Esa tétrica casualidad, que desdibujó la frontera entre las noticias y la distopía, la catapultó no sólo como un fenómeno editorial sino como una fuente inagotable de acusaciones, controversias y malentendidos.

Pero en contraste con el escándalo que provocó en aquella coyuntura trágica, la de “Sumisión” es una trama no tanto sobre la violencia sino sobre la resignación, la mansedumbre, de una civilización en declive. El islamismo que eventualmente asciende al poder en Francia es más moderado que militante, más astuto que ortodoxo, su líder no es un clérigo fanático del Corán sino un político pragmático que promueve una suerte de sharía light. Su movimiento triunfa no porque convierta a los infieles sino porque sabe cooptarlos. Su mecanismo no es la coerción, es la conveniencia. 

Lejos de ser una novela islamofóbica, la de Houellebecq es una novela cuyo ácido se concentra más bien en la Europa del nihilismo post-ilustrado. Su distopía no son los talibanes en el Palacio del Elíseo, es la distopía del oportunismo, la desesperanza y la normalización del ocaso de Occidente. De hecho, el drama vital que envuelve a sus personajes no tiene nada que ver con los peligros del extremismo religioso sino, más bien, con su incapacidad de creer realmente en algún Dios, con la falta de un sentido de lo sagrado o lo trascendente en su existencia. 

“Sumisión” es una historia triste, aunque no necesariamente pesimista, de muchas pérdidas –amorosas, familiares, sexuales, profesionales– pero sin duelos; en las que imperan no la voluntad ni la decisión sino la fatalidad y la inercia. Houellebecq tiene la malicia de un enfant terrible y el hastío de un viejo gruñón. Su relato, a un tiempo languideciente y mordaz, es una lamentación pero también una burla sobre el abrasivo poder de la decadencia. Su personaje principal busca una y otra vez la redención, pero al final no le queda más que sacrificarla en aras de su supervivencia. 

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@carlosbravoreg

MAAZ

 

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