Desde afuera

¿Un gobierno sin frenos?

Estados Unidos vive un momento inédito. Uno en el que el Presidente concentra literalmente el poder

¿Un gobierno sin frenos?
José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

WASHINGTON. Más allá de la dureza del tono sentado por el presidente Donald Trump para la relación con México, quizá el mayor problema estará en la forma que sus seguidores y funcionarios interpreten sus propuestas.

Estados Unidos vive un momento inédito. Uno en el que el Presidente concentra literalmente el poder y la república parece desdibujarse ante los desplantes autoritarios de un jefe de gobierno que tiene control del Congreso, el acuerdo del Poder Judicial y es el líder absoluto de su partido.

Washington es una ciudad que oficialmente desdeña a la realeza y el sistema que representa, pero se siente fascinada por ella y se transforma en una especie de corte bajo cada presidente.

"El nuevo Presidente ya expresó su interés y la burocracia tomó nota", me dijo alguna vez un alto funcionario estadounidense vinculado con temas de política exterior y seguridad en los tiempos del "bromance" entre los mandatarios George W. Bush y Vicente Fox.

El presidente Bush había señalado su interés en una buena relación con México y no era necesario más.

Veinte años después, en los tiempos de Donald Trump, esa formulación asume características preocupantes: el nuevo mandatario estadounidense es un negociador que siempre busca colocar a sus contrapartes en una situación de desventaja.

Objetivamente visto, tanto México como Canadá son las partes débiles en las relaciones bilaterales norteamericanas y, por tanto, las más susceptibles de ceder al estilo transaccional del presidente Trump.

En ese marco, además, entra aquella teoría de "la rueda grande y la rueda pequeña": la "rueda grande", el jefe, el presidente, el tlatoani, insinúa o propone algo, y se mueve ponderosamente, pero la "rueda pequeña" se acelera, se mueve con rapidez y busca incluso ir más allá que el deseo establecido.

Si la rueda grande dice "quitame este estorbo", la rueda pequeña considera "hay que matarlo".

Y a cual más entusiasta, alguno de los nuevos miembros del gabinete buscará moverse no solo con más rapidez sino con mayor fuerza para ejecutar deseos –órdenes– decretos del Presidente, convertido ahora en el supremo juez de lo bueno y lo malo y los destinos del país.

Después de todo, dijo el pasado lunes, Dios quería que gobernara Estados Unidos. ¿Porque si no, por qué  salvó mi vida en aquel atentado de julio pasado en Pensilvania?

Y ante tal respaldo, ¿que les queda a sus colaboradores sino obedecer ciega, fielmente? Después de todo, además, Trump valora la fidelidad hacia su persona y su proyecto.

De hecho, algunas actitudes no podrían verse de otra forma. El nuevo Secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, podría tener algunas opiniones distintas y aún presentar objeciones al mandatario, pero al final va a acatar lo que le ordene el Presidente.

Otros, tal vez, vayan más allá de la simple obediencia y actúen con mayor decisión por cuenta propia.
No sería la primera vez. Pero en otros gobiernos hubo frenos ¿Ahora?

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS   

COLABORADOR    

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM                                           

@CARRENOJOSE

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