Columna Invitada

La historia, maestra de las acciones

El régimen ha anunciado en repetidas ocasiones cuáles son sus intenciones y las ha ido cumpliendo una por una

La historia, maestra de las acciones
Luis Ignacio Sáinz / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Foto: Especial

Nada más grave que políticos ignorantes de su historia, convencidos que la “intuición” puede ahorrarles el esfuerzo de analizar datos y cotejar contextos para bosquejar una idea deseada de futuro. Ya lo afirmaba y reiteraba Augusto Comte a lo largo de las 57 lecciones contenidas en los 6 volúmenes de su “Curso de filosofía positiva” (1830-1842): “Saber para prever”, objetivo indiscutido de la ciencia positiva. Sin distingo de ideologías esto es lo que creen a pie juntillas todos los pensadores que se han planteado entender el fenómeno de la dominación, la interacción de las clases sociales y los mecanismos de conquista y conservación del poder. La historia como “maestra de las acciones” y medio de comparación y contraste del pasado con el presente. ¿Para qué? Pues ni más ni menos que para formular una versión plausible y verosímil del tiempo por venir. 

Y los recientes acontecimientos así lo confirman. El régimen ha anunciado en repetidas ocasiones cuáles son sus intenciones y las ha ido cumpliendo una por una. Digamos que, en referencia oblicua al salinismo, “engaña con la verdad”. Y eso que injustificadamente se califica de “oposiciones” no ha sabido interpretar tales augurios, o más grave aún no ha querido hacerlo. Y así, con llamaradas de petate de último momento, justo a la altura de la deslucida campaña presidencial del pri-pan-prd, deciden transformarse en eso que critican: vándalos irrespetuosos de las reglas y los protocolos que rigen la política. Para sorpresa de propios y extraños, el petista metido a morenista de Gerardo Fernández Noroña da lecciones de civismo y contención republicana a los sublevados. Ver para creer.

Pareciera que los adversarios de la apabullante maquinaria estatal nunca leyeron los aforismos y los escolios de la obra póstuma de Nicolás Maquiavelo, el “Príncipe”, y tampoco la que en realidad es su principal aportación: los “Discursos de la primera década de Tito Livio”, donde el florentino declara la primacía de las repúblicas sobre los principados (monarquías o dictaduras). En sus páginas enuncia y disecta la política como técnica, destacando la relevancia del conocimiento de las pasiones y los empeños del ser humano para alcanzar la sabiduría política (Discursos, III, 43). Además, rescata el valor de un particular “ethos” (del griego, "carácter moral y suma de costumbres del “pueblo”) que deviene clave para la eficacia de la política. A todo esto, el presidente saliente sabe que el ser humano no es sociable por naturaleza, sino por utilidad. Es gregario solo para superar las adversidades, negocia el alma a cambio de la impunidad, y si lo dudan inquieran a los senadores “de oposición” que cambiaron bandera con desfachatez inusitada. 

De tal suerte que los recipendiarios del poder político además de divertirse todas las mañanas imponiendo la agenda pública, negocian, hacen gala de su dominio del “trueque”, avanzan en la modificación de la forma política que rige a nuestro país. No bajan la guardia y se preparan para las asonadas insignificantes de sus adversarios, quienes insisten en convencer al auditorio y convencerse ellos mismos que los gobiernos anteriores son entre mejores y difíciles de olvidar por sus logros extraordinarios. En consecuencia, los emisarios del ayer y los heraldos de la actualidad coinciden en postular que sus resultados de gestión fueron y son trascendentales, sin duda dignos de la ciencia ficción y el diván psicoanalítico.

 La previsión se puede lograr aplicando los remedios empleados por los antiguos o instrumentando unos nuevos tomando en cuenta la semejanza de circunstancias. A juicio del filósofo político amante de la escena, autor de “La mandrágora”, la total ignorancia de estas consideraciones y su inadecuada comprensión por parte de quienes detentan las instituciones y de aquellos obsesionados con gobernar, han detonado los desórdenes que se producen en todas las épocas (Discursos, I, 39, p. 127). A saber y no dudar: “la política por la política”, lejos de la prédica propia de los púlpitos y las exhortaciones de los espectáculos teatrales o, mejor, de vodevil, burlesque y carpa. La historia, maestra de las acciones, Maquiavelo dixit.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ  

COLABORADOR  

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM  

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