"Desde Navolato vengo..." dice la canción. Escucho esta frase e inevitablemente mis pensamientos me llevan a mi querida Sinaloa. No, no nací en esas tierras, pero las conozco; he recorrido sus carreteras y caminos desde La Cruz de Elota hasta Ahome.
Extraño Mazatlán y pienso en Culiacán, en su gente, en la situación que viven después del levantón de El Mayo Zambada, que rompió el frágil equilibrio entre las principales familias y grupos del narco en Sinaloa.
Los saldos de estos días de furia no son precisos. Las cifras oficiales hablan de 12 homicidios, 16 detenidos, 20 personas privadas de su libertad, 31 vehículos robados y un número indeterminado de patrullas clonadas. Datos que parecen muy bajos en comparación con los contenidos que circulan en redes sociales y los reportajes de medios de comunicación, particularmente locales, que ya han aprendido a informar y autocensurarse.
Solo ahora, después de estos enfrentamientos que han provocado la suspensión, en varios momentos, del transporte público y de las clases; el cierre de comercios y restaurantes; la cancelación de los festejos del 16 de septiembre; un virtual toque de queda, y la alerta de las autoridades estadounidenses para no viajar a Culiacán, comenzamos a dimensionar los efectos de la guerra entre Chapitos y Mayitos por el control de la plaza.
La estrategia de minimizar los hechos no funcionó. Tampoco ha funcionado el aumento de efectivos de la Guardia Nacional y del Ejército en la región. Su simple presencia no basta para inhibir la lucha callejera que se libra en Culiacán. Varios pensaron, e incluso lo siguen pensando, que las cosas se arreglarían por sí solas, algo así como: "déjalos que se maten entre ellos, no es un asunto de la sociedad, sino de traición entre familias". Sin embargo, esto no ha parado; por el contrario, ha aumentado la intensidad de los combates.
El gobernador de Sinaloa ha entrado en un tobogán de desgaste desde la mañana misma en que El Mayo Zambada fue capturado y trasladado a Estados Unidos frente a las narices de las autoridades mexicanas y sus instituciones de inteligencia. Hasta la fecha, el gobierno mexicano sigue esperando una explicación de su contraparte.
Rubén Rocha Moya luce cada día con menor capacidad de garantizar el Estado de derecho en Culiacán. Da la impresión de que el gobierno federal, es decir, el presidente y amigo, dejó a su suerte al gobernador. No hablo de espaldarazos en la mañanera sino de acciones concretas para mantener la situación a raya.
En la primera mitad de septiembre y el último mes de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la prioridad fue la reforma al Poder Judicial. Ya el gobierno de López Obrador terminó. La situación en Culiacán es uno de los primeros puntos que, a partir del 1º de octubre, Claudia Sheinbaum deberá atender seriamente.
Eso pienso yo, ¿usted qué opina?
La política es de bronce.
POR ONEL ORTIZ FRAGOSO
ANALISTA POLÍTICO
@ONELORTIZ
MAAZ