La forma es fondo

La reforma judicial: un conflicto inevitable

Hay batallas que sólo se dan en lo mediático, aunque su lógica no difiere mucho de las que suceden en el terreno real.

La reforma judicial: un conflicto inevitable
Foto: El Heraldo de México

Hay batallas que sólo se dan en lo mediático, aunque su lógica no difiere mucho de las que suceden en el terreno real.

Es cierto que cuando se encabeza uno de los Poderes de la Unión se debe actuar con mucha mesura, procurando evitar una crisis institucional; sin embargo, así como es fundamental la diplomacia, también es indispensable identificar aquellos conflictos que son inevitables, pues en ocasiones, de su manejo dependerá quién o quiénes establecerán una verdad ante la opinión pública.

El presidente López Obrador es un experto en ese campo. Tardó dieciocho años (o más) en aprender la psicología del mexicano, sus deseos, miedos, odios y frustraciones.

En la defensa del Poder Judicial de la Federación, la ministra presidenta Norma Piña no supo (o no quiso) responder a tiempo. Se optó por guardar silencio, ser prudente, guardar la compostura, ver “qué pasaba en las elecciones”.

Lo que pasó fue que Morena impuso un discurso y no hubo nadie que desmintiera de manera efectiva, con credibilidad y datos duros, las mentiras del presidente y de la candidata morenista.

En esa coyuntura, quizá hubiera beneficiado que “alguien”, ajeno a cualquier partido, evidenciara el desconocimiento del presidente sobre el sistema judicial, así como la forma en la que manipulaba la información.

Quizá hubiera servido explicar a la población la diferencia entre el poder judicial federal y los poderes judiciales locales, o entre estos últimos y las fiscalías, así como las razones por las que la elección de jueces y magistrados por voto popular no solucionaría ninguno de los problemas de la impartición de justicia, sino que la pervertiría de manera total (una postura similar a la de Lorenzo Córdova cuando estuvo al frente del INE, quien desmintió al presidente en reiteradas ocasiones, no obstante su papel de árbitro electoral).

Quizá hubieran ayudado las entrevistas, declaraciones, marchas y todo aquello que se está haciendo ahora, luego de que hace 2 meses Morena obtuvo un resultado aplastante en las urnas, el cual incluso permitiría una mayoría calificada en el Congreso luego de la resolución de los Consejeros del INE y del proyecto del Magistrado Felipe de la Mata en la Sala Superior del TEPJF. Bajo ese escenario, los legisladores de Morena podrían modificar la Constitución a su antojo.

Es evidente que todo lo anterior, de haberse hecho a tiempo, habría generado una crisis institucional como la que atraviesa el país en este momento, pero tal vez el panorama sería más alentador.

Norma Piña es un ejemplo en muchos aspectos, como jurista, como ministra, como mujer, pero es claro que ante la amenaza que se avecinaba, no supo leer la situación y comunicar eficazmente los riesgos que conllevaría la elección de jueces y magistrados por voto popular, que deja en incertidumbre el sistema de ascensos por carrera judicial y afecta los derechos laborales de las y los trabajadores del PJF.

En esta trágica historia sobre cómo se pretende maniatar a uno de los Poderes de la Unión (el único que nos separa de la autocracia), viene a mi mente aquella frase de Winston Churchill: “Os dieron a elegir entre el deshonor o la guerra. Elegisteis el deshonor y ahora tendréis la guerra”.

Alejandra Cerecedo en colaboración con Arnoldo Cerecedo