La semana pasada dicté una conferencia sobre “los Escenarios geopolíticos en Asia” a los miembros de la Asociación de Graduados del Colegio de Defensa Nacional, A.C. A lo largo de exposición advertí de los riesgos para México en los diferentes frentes que pueden presentarse en Asia en términos geopolíticos y geoeconómicos, pasando claro, por el tema geoestratégico, especialmente por los roces de los problemas territoriales heredados de la Segunda Guerra Mundial y los procesos de paz inconclusos (las dos Coreas y Rusia vs Japón), entre otros, o como los reclamos de la República Popular de China respecto a la situación de Taiwán (una sola China).
Abordamos una gran cantidad de puntos. Pero una pregunta por un General en retiro me llamó poderosamente la atención. Luego de una aguda reflexión me cuestionó si nuestro destino estaba en la integración con América del Norte y si no fuera así, qué modelo de desarrollo, sea el de Corea del Sur u otro de Asia podríamos seguir para equilibrar o diversificar nuestra relación con América del Norte. Gran pregunta.
Pienso que este cuestionamiento es parte de la agenda de riesgos que el equipo de transición se ha planteado en el marco de los grandes temas que naturalmente se insertan en el segundo piso de la 4T. Mi respuesta al General se concentró, en primer lugar,en desarrollar más la idea de qué es integración. No podemos llamar así a lo que ocurre en América del Norte desde la perspectiva de la teoría de la integración económica. Con Estados Unidos y Canadá tenemos un Tratado de Libre Comercio, no un proceso de integración.
Lo que podemos esperar del T-MEC, es más comercio, pero no integración como el modelo de la Unión Europea.
Bajo este esquema, no existe o se plantea la posibilidad de establecer un modelo de desarrollo más allá del papel de fábrica de las trasnacionales o multinacionales que se instalan en México para ser más eficientes y competitivas con respecto a las basadas en otras regiones. Si seguimos bajo esa línea, no podremos avanzar en un proceso de industrialización con empresas mexicanas que, de alguna manera, sean impulsadas por la banca de desarrollo del país y respondan a resolver los grandes problemas que aquejan a México a través de un plan transexenal que incorpore las capacidades (instaladas o por crearse) de las distintas regiones de la nación.
Con respecto a los modelos inspiradores de Asia, específicamente el de Corea del Sur, comenté que si ese país hubiera respondido a las recomendaciones de dedicarse a desarrollar sus ventajas comparativas, hoy en día seguiría produciendo arroz.
En este caso, como en otros ejemplos en Asia, se optó por un proyecto que aglutinó al empresariado nacional que desarrolló sectores estratégicos a través de grandes conglomerados (chaebol) que bajo un proceso de aprendizaje continuo se innovó y crearon las condiciones para establecer esquemas de investigación aplicada con bases tecnológicas, bajo una óptica de desarrollo regional, comenzando con la modernización de los centros educativos, carreteras, puertos, aduanas, complejos industriales, inversión (nacional, no extranjera). A esto le siguió de una política agresiva de promoción comercial de sus productos en el exterior y posicionamiento de lo que se conoce como marca país. Estoy seguro que esto ya está en la ruta crítica de los nuevos encargados de Cancillería y Economía”, con ello finalicé mi exposición. Esperemos que así sea.
POR ADOLFO LABORDE
PAL