Los resultados de la jornada electoral gustan a muchos y, a otros, los han enfurecido. Como siempre sucede y parafraseando a cierto Nobel de literatura, “no han sabido votar bien”; y es que cuando la misma fórmula se repite, una y otra vez, no puede esperarse que el resultado sea distinto.
Y como, además, no existe la más mínima reflexión, culpando a todos los demás del fracaso propio, entonces la posición se endurece, a grado tal, que el círculo se vuelve a cerrar, con el auto convencimiento del “poder que los oprimidos ejercen sobre la gente honrada” o, lo que es lo mismo, la típica incomprensión sobre la igualdad del voto y de quién “debe” votar, reservando ese privilegio a cierto estamento.
No nos hemos dado cuenta, pero el fascismo hoy llega en el nombre de la “libertad”, una realidad que lo dice todo, como también los golpes de Estado con la promesa del “cambio”, del orden, los valores de familia, la “lucha” contra la demagogia y la corrupción.
Hoy, como si de la historia hubiéramos aprendido poco y nada, hay quienes, con la misma “línea” del cambio, entre la confusión, la mentira y el miedo, apelan a la libertad con una bandera falsa y que la lastima, con el grotesco presagio de que peligra el presente y el futuro.
Al menos desde 1997 a la fecha, el avance democrático ha sido notable y extraordinario, muy caro, habiéndose destinado miles de millones del presupuesto para estos fines, y éstas han sido elecciones libres y ciudadanas (organizadas, administradas por funcionarios de casilla ciudadanos y con los votos contados por éstos), negarlo es un disparo al pie; desde luego que hay todo por hacer, como evitar que en estos procesos existan irregularidades, inequidades u otras distorsiones que, precisamente, hoy son punta de lanza y base argumentativa del equívoco enunciado: “elecciones de Estado”.
El “pueblo” que es a veces hereje y blasfemo, adivinó a tiempo que el crimen no es un a vocación sino una circunstancia de “algunos”.
En fin, tras la calificación de la elección por parte del Tribunal que, estimo será en línea con el voto masivo expresado en las urnas, nos quedará la reconciliación y ésta no depende de una persona, nos llama e involucra a todos, pues es esencial para asimilar, aceptar, entender y, entonces, ahora sí, aprender para no repetir los mismos errores de siempre: México es mucho más que una camiseta color rosa, que un adefesio partidista o del odio alimentado por la repetición de falsedades en las redes sociales. Cuando en una sociedad se instala la sospecha, las últimas solidaridades que se mantienen son las más viscerales.
Decía Camilo José Cela que “se odia y también se ama lo que se desprecia, se desprecia y también se odia lo que se ama, se ama y también se menosprecia lo que se odia”, ¿será?...
POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
COLABORADOR
@DIEGOLGPN
MAAZ