Mirando al otro lado

La victoria no se compra

Andrés Manuel López Obrador, el supuesto animal electoral, se equivocó al inicio de este proceso

La victoria no se compra
Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al otro lado / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Andrés Manuel López Obrador, el supuesto animal electoral, se equivocó al inicio de este proceso. Pensó seriamente, y de manera esencial, que era posible comprar la elección del 2024. De ahí que arriesgó la estabilidad financiera y fiscal del próximo gobierno regalando carretadas de dinero a grupos sociales para que votaran en manada por Morena.

Y estamos todos presenciando la compra de votos con dinero a mansalva en las zonas urbanas. Videos circulan mostrando a operadores de Morena, manos llenas de billetes, distribuyendo a las y los ciudadanos que reciben miles de pesos a cambio de su voto.

Es un escenario abyecto y miserable, sí. Es éticamente y políticamente reprobable, sí, también. Pero es la realidad que vivimos hoy, domingo 2 de junio, en toda la República.

Esas prácticas de la compra (o coacción, como se quiera ver) del voto vienen directamente de la inspiración del Presidente de la República. Él es el mercader electoral más grande y elocuente del país.

Pero no estamos presenciando solamente la compra/coacción del voto de los miserables de la tierra, por citar a Franz Fanon. No. También presenciamos la compra de conciencias y voluntades de supuestos “actores políticos relevantes”, quienes, al igual que los acarreados de las colonias populares, se venden al mejor, o al único, postor. Sus conciencias tienen un precio en el mercado de la compra de voluntades.

Y luego están los que viven amenazados con perder el empleo en los gobiernos dirigidos por Morena, principalmente el federal y los estatales, como la Ciudad de México, Veracruz, Morelos, Puebla, Chiapas, Tabasco. En la Ciudad de México se emplea incluso a los organismos como FEPADE y PDI para tratar de arrestar a opositores a Morena como instrumentos de intimidación.

Lo relevante de todos estos instrumentos es que tanto el Presidente como todos sus cuadros políticos de Morena y, en consecuencia, sus candidatos, asumen que son prácticas válidas y legítimas la compra y la coacción al voto con recursos públicos.

Asumen que pueden disponer de los presupuestos públicos para su uso político y personal porque ganaron las elecciones en aquel ya lejano 2018.

La pregunta esencial que surge de su conducta es ésta: ¿el hecho de ganar una elección (la que sea) otorga el derecho al funcionario electo a disponer de los recursos públicos como si fueran de su patrimonio personal, político o familiar? La respuesta es, sin duda, categórica: no adquiere el funcionario absolutamente ningún derecho a l uso personal, político o familiar de los recursos públicos.

Pero la gestión presidencial de López Obrador sí ha promovido, y permitido, el supuesto de que los recursos del presupuesto público son para el uso personal y discrecional del funcionario, únicamente si es de Morena. Así lo ha hecho AMLO, y es la escuela que ha creado para sus seguidores.

El permiso aparentemente está dado: atasquense de recursos públicos, que la victoria del 2018 nos dio la oportunidad de asumirnos como “piratas al abordaje”. Los hijos de AMLO ya son de escuela, ejemplo y objetos de admiración por las nuevas generaciones de morenistas. Hacerse rico es un derecho y un deber en la lucha contra el pasado, nos aseguran. Ante los abusos y las permanentes amenazas de los neoliberales, actuemos en su contra…¡enriqueciéndonos!

Los nuevos ricos del morenismo explican su piedra filosofal de justicia y ética. Justifican que hay maneras de combatir los males del mundo, utilizando “en su contra” los propios instrumentos de la falta de ética del neoliberalismo, pero ahora con buenas intenciones. Nos ofrecen un futuro de nuevos ricos anti neoliberales. Es todo un arte llevar su lógica a la práctica.

¿Cuál es la diferencia entre “los buenos y los malos”? La diferencia es contundente y aderezada de una justificación moral: los hijos del Presidente y los dirigentes morenistas se hacen ricos, pero pensando en los pobres. Y argumentan: ¡los neoliberales ni siquiera pensaban en los pobres!

Las prácticas de usufructo del presupuesto público como posesión personal que ha instaurado, refinado y legitimado el morenismo en estos seis años de gobierno ahora están siendo aplicadas en todo su esplendor y cinismo para ganar las elecciones presidenciales, con la única intención de seguir seis años más de lo mismo.

Lo que vemos hoy en acción en las calles, pueblos y barrios de todo el país es su propuesta de gobierno: ¡que siga la expropiación del presupuesto público para nosotros, en nombre de los pobres!

El problema es que esa robadera no le permitirá a Morena obtener una victoria electoral legítima. Las victorias electorales no se compran. Se ganan con votos reales de una mayoría de ciudadanos convencidos de que una oferta y propuesta de país y de gobierno es más correcta que la otra. Las compras de votos producen resultados sin credibilidad y sin contar con una población convencida.

La compra de votos genera una población apática y distante de su gobierno. La compra de votos crea esa población que vimos en el zócalo recientemente en el cierre de campaña de Morena: acarreados, obligados a asistir, cobran sus servicios pero no apoyan a quien les habla en el micrófono, ni creen en él o ella, y están presentes sin convicción. La victoria que se pretende así no es, y nunca será, una victoria: es portento de derrota, por la falta de consenso social y legitimidad.

Augura una derrota y una profunda humillación para quienes son obligados y coaccionados a participar en semejante desfile de mentiras. Lo más humillante en la vida es vivir de la mentira y tener que defenderla como si fuera una verdad.

Hoy debe ser una gesta heroica de liberación del pueblo. Una gesta para romper las cadenas de humillación a las que son sujetos millones de mexicanos, atrapados por su condición económica. Un “no más” al chantaje que significa la exigencia a votar por quien se le ha dicho que tiene que apoyar, y no por lo que le dicta su conciencia. El voto debe ser un acto de libertad, no de esclavitud.

Es hora de demostrar que las victorias no se compran, porque no gozan de legitimidad. Las victorias se ganan con conciencia y gestos de libertad por un pueblo firme en su búsqueda de justicia y democracia. Se ganan con votos legítimos y verdaderos. Eso debemos ver hoy cuando cierran las urnas y hablan los números. Legitimidad y victorias reales, no las compradas.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep

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