En 1964 un físico japonés de nombre Syukuro (Suky) Manabe, se unió a un proyecto de investigación del Servicio Meteorológico de los Estados Unidos que pretendía desarrollar un modelo que estudiará el clima. Su labor fue dirigir a un equipo de programadores de esa época. Aquellos estudios fueron tan avanzados que las computadoras de ese tiempo no podían adecuarse al sistema tridimensional intensivo que se requería para ejecutar esas pruebas modelo, por lo que tuvieron que construir otro más simple.
Esa labor de 20 años, le valió el premio nobel de física en 2021. Discreto como son las eminencias, se explica el porqué, la relevancia de aquel nombre, junto con el de Richard. T. Wetherald, sólo se conozcan a través de un artículo que es la base de lo que hoy conocemos como; cambio climático. Por un motivo excepcional, a pesar de que fue redactado en los años sesenta del siglo pasado tiene vigencia sólida hasta nuestro presente.
Lleva por título: "Equilibrio térmico de la atmósfera con una distribución dada de la humedad relativa en: Revista de Ciencias Atmosféricas Volumen 24 Número 3 (1967) (ametsoc.org)". Lo notable de esa investigación fueron las conclusiones a las que arribaron, dado que se determinó que las acciones humanas estaban provocando un incremento en la temperatura global que podría provocar cambios significativos en el clima del planeta.
Para el año 2015, se firmaron los conocidos acuerdos de París, únicamente, porque todos los países que conforman la Conferencia de las Naciones Unidas, habrían enfrentado desastres naturales producto de la era industrializada, pero la naturaleza humana siempre ha pretendido que existe por encima del todo, y el fracaso absoluto para crear políticas coincidentes, que evitaran el incremento térmico del planeta han fracasado, por lo tanto, el orden natural ha impuesto su agenda y con ella una serie de eventos que sacuden la normalidad de cualquier país sin distingo.
Lo anterior, viene al caso, pues desde hace algunos años México ha superado datos estadísticos de temperaturas elevadas, cada vez más, que han puesto a nuestro país en una situación jamás observada. Así sucedió el año pasado, donde el choque de corrientes frías y cálidas; dieron como resultado el impacto del huracán Otis en la bahía de Acapulco.
Este año, la sequía acelera la pérdida de enormes cuerpos de agua; como el emblemático lago de Pátzcuaro; y pone en riesgo a los siete principales ríos del país, incluidos el Grijalva-Usumacinta, el Papaloapan, Coatzacoalcos, Balsas, Pánuco, entre otros, qué juntos conforman el 71 por ciento del flujo hídrico nacional, ya que enfrentan amenazas cada vez más graves debido a la sequía y la explotación descontrolada.
Para que te des una idea de lo intenso del problema; de los 2469 municipios, que existen en México, 2070 tienen un grado de sequía que va de la excepcional a la anormalmente seca, según el reporte de la Comisión Nacional del Agua en su informe del día 13 de mayo de 2024 https://smn.conagua.gob.mx/tools/DATA/Climatolog%C3%ADa/Sequ%C3%ADa/Monitor%20de%20sequ%C3%ADa%20en%20M%C3%A9xico/Seguimiento%20de%20Sequ%C3%ADa/MSM20240430.pdf. lo anterior implica que, al coincidir eventos climáticos descontrolados, habrá mayor posibilidad de desastres naturales como huracanes, sequías, aumento de caudal marítimo por el derretimiento de los cascos polares, cambios en los patrones de lluvias; menos heladas y por supuesto, lo que hoy es un problema en nuestra tierra. Las olas de calor que causan la insuficiencia energética.
Bajo ese contexto la vulnerabilidad del estado mexicano se evidencia con el anuncio del Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) operador del sistema eléctrico mexicano, donde se declaró el estado operativo de emergencia, en días pasados, trayendo consigo apagones ante el incremento en la demanda del consumo de kilovatios por hora.
Para ciudadanos e industrias estas interrupciones energéticas son un desastre porque no deberían frenar por falta de electricidad; ya que sus servicios resultan indispensables. Pensemos por orden de importancia en cada sector; empezando por el hospitalario; el de abastecimiento de agua potable; el de infraestructura, el farmacéutico, aquellas instituciones de investigaciones biológicas o nucleares.
Un ejemplo que quizá no se toma en cuenta es ésta última: ¿Qué pasaría si hubiese un apagón en la central nuclear de Laguna Verde? Donde los sistemas de enfriamiento son fundamentales para evitar un incidente nuclear; o en el sector de telecomunicaciones del que dependen redes; configuraciones; intermediaciones bancarias.
De la continuidad de sectores enteros dependen la seguridad nacional, la economía, la salud; pero también, las grandes cadenas productivas que de frenarse por la carencia del requerimiento energético básico, podrían sucumbir o trasladarse a otras regiones.
Hace mucho tiempo sabemos que las restricciones constitucionales que enfrenta la generación de energía en México, impiden el desarrollo de más y mejores sistema de producción eléctrica que podrían paliar el bajo crecimiento en la generación de la Comisión Federal de Electricidad (CFE); pero aún no dejamos de lado ese mantra de obsolescencia nacionalista, que nada tiene que ver con un futuro energético verde, donde los nuevos proyectos de inversión pretenden un equilibrio entre lo ético, lo natural y lo moderno.
Así pues, la interrupción del flujo eléctrico es un acontecimiento que complica más las circunstancias de un país que de no cambiar, pronostica tiempos de penumbra.
¿Se te prendió el foco?
@MorganSarel
Consultora Laboral
Directora de Equity Job Lab
EEZ