Columna Invitada

Trump, ¿como anillo al dedo?

Surgía de repente una crisis venida de fuera a la que sería fácil culpar por todo lo negativo adentro, incluyendo las consecuencias de las muchas malas decisiones que para entonces ya acumulaba su administración

Trump, ¿como anillo al dedo?
Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de México Foto: El Heraldo de México

Fue un miércoles 1 de abril, en 2020. Dos semanas después de la primera muerte por Covid en México, mientras la población empezaba a prepararse, en medio de la incertidumbre, para lo que sería una de las pandemias más letales registradas, López Obrador afirmó: “O sea, que nos vino esto como anillo al dedo, para afianzar el propósito de la transformación”.

Parecía sólo otra de muchas frases lamentables. Algunos dijeron que era insensibilidad e ignorancia. Otros, que fue una provocación para encender a sus críticos y distraerlos. Algo hay de aquello, pero ante todo hubo un muy claro cálculo político. En efecto, aunque el país sufriera, o más bien, precisamente porque se preveían tiempos difíciles, la pandemia le parecía providencial.

Surgía de repente una crisis venida de fuera a la que sería fácil culpar por todo lo negativo adentro, incluyendo las consecuencias de las muchas malas decisiones que para entonces ya acumulaba su administración. ¿La economía no crece, ni el empleo formal? ¿Sube el costo de vida? ¿Los servicios públicos son deficientes? “Es la pandemia”. Y al revés: hasta el más mínimo avance podría ser presentado como un enorme logro del régimen, “¿Ya ven? ¡Incluso a pesar de la pandemia!”

Al mismo tiempo, resultaba un mecanismo perfecto para arrollar cualquier crítica: “buitres, estamos en emergencia, no sean mezquinos”. La excusa ideal para invocar convenientemente la unidad nacional. Notablemente, para un sistema clientelar la perspectiva de una crisis que incrementara la dependencia y el número de gente que reciben transferencias gubernamentales -con su correspondiente lealtad electoral a cambio- no era precisamente un mal resultado.

Cinco años después, bajo una lógica similar, Donald Trump podría convertirse en la pandemia del sexenio actual: una amenaza para México que no obstante resulta funcional al régimen. Así, será este el factor externo a quien achacar todos los errores y problemas, en virtud del cual se exige cancelar la crítica, la rendición de cuentas, y envolverse en el proyecto oficialista disfrazado de bandera nacional.

Esto puede resultar particularmente atractivo a la presidenta, considerando dos factores críticos. Por un lado, AMLO le heredó una situación financiera precaria que complica severamente su gobierno: mayor deuda pública, agotamiento de ahorros y fideicomisos, proyectos que consumen recursos sin generar beneficios (con Pemex como el ejemplo más notorio) y una carga insostenible de programas sociales.

Por otro lado, Sheinbaum enfrenta un dilema político: ya no puede responsabilizar a su antecesor del desorden heredado, pues resulta cada vez menos creíble seguir culpando a administraciones anteriores como la de Calderón o Salinas, que dejaron el poder hace 13 y 31 años respectivamente.

Y si Trump cumpliera sus peores delirios, y nuestro país cayese en una situación económica aún más delicada, lo cierto es que quienes están en el poder no padecerían un solo día de carencias ni privaciones de ningún tipo; pero sí aumentaría la angustia, la pobreza y, con ello la dependencia - tanto material como política- de cientos de miles de personas a la dádiva oficial.

Ahora bien, hay un segundo escenario, quizá poco probable, pero ahí está. Si el actual gobierno verdaderamente desea encarar con éxito esta amenaza, y no sólo administrar el desastre potencial, su mejor alternativa es recuperar muchos de los valores que su antecesor despreció: integrar equipos de negociación con los mejores, no con los más abyectos; buscar el apoyo genuino, no la sumisión, de la pluralidad nacional, incluyendo a la iniciativa privada, crucial en este proceso; usar los recursos técnicos, no los ideológicos, para la toma de decisiones.

Con un poco de imaginación y audacia, bien podría ser la excusa para que desde Palacio Nacional se vayan distanciando del pasado reciente e impriman su sello propio. Hay quienes piensan que la presidenta y su equipo resienten las imposiciones y condicionamientos de su antecesor, pero saben que el costo de tomar una línea verdaderamente autónoma es demasiado elevado. Esta coyuntura abre un horizonte riesgoso, pero a la vez propicio. ¿Como anillo al dedo?

POR GUILLERMO LERDO DE TEJADA SERVITJE

COLABORADOR

@GUILLERMOLERDO

PAL

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