Columna invitada

La muerte y otras sorpresas [I]

Para mis hermanos Concepción, Emilia, Silverio, María, Pascual, Celestino y Juana, que se me adelantaron en este camino

La muerte y otras sorpresas [I]
Rubén Martínez Cisneros / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

En el poblado de Piedra Parada, San Luis Potosí, los lugareños después de escuchar El Monje Loco en la estación de radio XEW, serie por la noche, de la cual la escritora Elena Poniatowska expresa, “Desde que empezaba el programa con unas carcajadas siniestras, ya sabíamos que íbamos a temblar de miedo”;  el poblado ya se encontraba en penumbras, una que otra lucecita se apreciaba en aquella oscuridad, se avecinaba la media noche y los pobladores estaban expectantes a los gritos que inundaban el ambiente, noche a noche vivián ese terror.

Un buen día los lugareños se armaron de valor y con palos, machetes, guingaros y antorchas fueron en busca de quién les robaba el sueño.

Percibieron en la neblina y fría noche una persona envuelta en una sábana blanca caminando a toda prisa y dando alaridos; se ocultó en el convento de San Agustín, hasta ahí llegaron en su búsqueda sin encontrarlo, hasta que alguien se atrevió abrir un féretro que prestaba los párrocos a los deudos de bajos recursos, ahí estaba el sujeto de carne y hueso que aterraba noche a noche a los pobladores. 

Germán Quintero, dice en su libro En ruta hacia la otra orilla Editorial Cordillera de los Andes 2009, “Hablar de la muerte puede resultar un tema álgido, incluso incómodo, sin embargo, no lo podemos negar, se trata de un asunto irrebatiblemente universal, y lo es, sencillamente porque atrae poderosamente a todos los que transitamos por este Valle de lágrimas”.

En algunas páginas de la literatura el fatalismo se hace presente, el final se ve envuelto en la muerte, la protagonista o el protagonista encuentra un final no deseado, entre ellos encontramos al escritor José Emilio Pacheco y su espléndida narración Batallas en el desierto, historia de un amor imposible.

Más o menos, la narración es la siguiente, Carlitos es un niño que se enamora de Mariana, mamá de su amigo Jim, en una ocasión se decide y escapa de la escuela para ir a verla y contarle sus cuitas.

Carlitos cuenta, “Nos sentamos en el sofá. Mariana cruzó las piernas. Por un segundo el kimono se entreabrió levemente. Las rodillas, los muslos, los senos, el vientre plano, el misterioso sexo escondido” Se anima y le expresa, … “Lo que vengo a decirle  ya de una vez, señora, y perdóneme -es que estoy enamorado de usted...Me levanté para salir.

Entonces Mariana me retuvo: Antes de que te vayas ¿puedo pedirte un favor?: Déjame darte un beso. Y me dio un beso, un beso rápido, no en los labios sino en las comisuras. Me estremecí”.

El poeta persa Omar Khayyam quien viviera entre los siglos XI-XII, en unos de los Rubaiyyat expresa, “En La taberna, el gallo lanzó su agudo canto. Los que al umbral esperan exclaman impacientes: Abrid, que es breve el tiempo que nos queda, y el viaje que aún hemos de emprender, jamás tiene retorno”.

POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ

 

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