En mi clase de historia del derecho mexicano estamos analizando el periodo del porfiriato como preámbulo a la revolución mexicana que conmemoramos este 20 de noviembre, fecha señalada por Francisco I. Madero en el Plan de San Luis, para el levantamiento en armas, que terminaría con la dictadura de Porfirio Díaz y la celebración de elecciones libres y democráticas, bajo el principio de la no reelección.
Pasando en aula por las múltiples traiciones que sucedieron, una y otra vez, durante ese periodo y el de la revolución, como la de Victoriano Huerta, que generó su ascenso a la presidencia y el fusilamiento de Madero y José María Pino Suárez, su vicepresidente, en 1913 durante la llamada decena trágica.
En este contexto, analizamos las lecciones políticas que nos ha dejado la historia y como, tal vez, no las estamos considerando en su conjunto para hacer que nuestro país sea más próspero, así como para fortalecer una verdadera participación ciudadana en los asuntos públicos, especialmente, a través del voto.
Por ejemplo, tuvimos gobernantes que se enfocaron en el desarrollo económico, basados en la explotación de los recursos naturales, mano de obra barata y uso de capital y tecnología extranjera, pero descuidando la base social. Otros, más enfocados en considerar que las problemáticas del país eran políticas y no tanto sociales -Emiliano Zapata, por ejemplo, se duele de esta parte en el Plan de Ayala- y, unos más centrados en la parte social y descuidando la economía y el desarrollo.
Llegando a la conclusión de que la historia del derecho mexicano, nos permite, entre otras cosas, conocer los aciertos y errores del pasado y, sobre esa base, poder trazar un camino a seguir en tiempos modernos. Aunque parece que, seguimos repitiendo las mismas fórmulas, lo que invariablemente nos llevará a los mismos resultados.
Hoy contamos con un partido político que gobierna no sólo el poder ejecutivo, sino alcanza mayorías en las dos cámaras, en las gubernaturas y en gran parte de los congresos y gobiernos locales.
En cuanto a la llamada oposición, entre cuyas principales funciones se debe encontrar la de ser un balance democrático y representativo, también, de otra porción de la sociedad, vemos repetidas, muchas veces, las mismas fórmulas. No digo que todo sea malo, sino que bien podemos, tomar las mejoras prácticas, en específico de los partidos políticos, considerar aciertos y errores históricos, y replantear el modelo actual. Tal vez, uno más centrado en la ciudadana y menos en la política. Hacemos mucha política, pero ¿qué tanto se acercan los políticos y partidos a las necesidades de las personas?
En clase, también, hemos analizado la pertinencia del modelo educativo respecto a la fórmula tradicional de maestro expositor y alumnos oyentes, especialmente, con los usos actuales de las tecnologías. Por ello, debe ser momento de que, en muchas áreas de nuestra vida, nos replanteemos la forma en que estamos haciendo las cosas y analicemos si, en estos tiempos y con el cúmulo de conocimiento que tenemos, las podemos hacer de otra forma y mejor. ¿Usted qué opina?
POR JOSÉ LUIS AYOUB
COLABORADOR
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