En un país que como Estados Unidos, está literalmente divididos políticamente por la mitad, los esfuerzos por unidad parecen cada vez más cosméticos, al menos por parte de la campaña del expresidente y actual aspirante presidencial republicano Donald Trump, empeñado según todos los indicios en consolidar su base de apoyo sin ir más allá.
Ciertamente, no es una estrategia fuera de lugar. La popularidad de Trump parece tener un techo de 47% de los estadounidenses, identificados como republicanos e independientes de derecha, mientras su rival, la vicepresidenta Kamala Harris cuenta con el respaldo aparente del alrededor de 48% de los estadounidenses que se definen como pro-demócratas o demócratas. Y de un porcentaje desconocido de anti-trumpistas. La realidad es que la elección presidencial estadounidenses de 2024 se ha convertido en un referendo sobre Trump, como reflejo de su capacidad para atraer la atención publica a pesar de todo y mediante todos los trucos posibles, incluso y de manera prominente, declaraciones escandalosas, insultantes, que atraigan el interés de los medios y alejen la atención de un programa de gobierno que muchos consideran como una receta para el desastre y otros simplemente como fascista.
Un reciente mitin en el Madison Square Garden de Nueva York creó un escándalo cuando varios de los oradores, incluso Trump, usaron lenguaje por lo menos polémico: Trump afirmó que Estados Unidos son “una nación ocupada” por inmigrantes, calificó a su rival como una persona de bajo coeficiente intelectual y sobre todo, insistió en que sus oponentes son “enemigos del pueblo” y por supuesto, son fuerzas siniestras y corruptas contra las que usará el poderío militar estadounidense. Otros se refirieron a Puerto Rico como una “isla de basura” y algunos, como Steve Miller, un prominente activista antimigrante por derecho propio, usó una frase que para muchos resonó amenazante: “Estados Unidos son solo para los estadounidenses”.
Puede decirse que son frases dirigidas a complacer a su audiencia, pero también parte de la convicción de Trump y sus asociados de que tienen la elección en la bolsa y no hay forma de que la pierdan, no importa lo que digan o cómo lo digan. Puede ser. Por aún lado, si todos los que deben votar salen a hacerlo, Trump cuenta con una fuerza considerable de entrada; si sus rivales no logran que sus propios votantes lleguen a las urnas, especialmente en los llamados estados “bisagra”, la victoria del exmandatario es muy viable.
Pero al mismo tiempo, nadie sino Trump y sus aliados parecen creer que sus comentarios, o sus actos, pueden hacerse sin provocar reacciones contrarias, y menos en un ambiente tan políticamente cargado como el estadounidense, donde la diferencia entre ser electo o no puede reducirse a unos cuantos miles de votos en sitios clave del país. Durante su primera campaña electoral, el republicano llegó a afirmar que nada le pasaría aún si asesinara a alguien en el centro de Nueva York a plena luz del día.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE
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