El vigilante nocturno que me despierta con el sonido de su silbato todas las madrugadas, el vendedor de libros que lee en voz alta en lo que llega un cliente, el niño al que le tiemblan sus manos mientras lucha por recoger las piezas de lego que se le cayeron e intenta escapar de la mirada de su madre. Ninguna de estas imágenes será compartida en mis redes sociales.
Son pinturas efímeras, desplazadas por otras estampas, todo es inédito, siempre. En el libro La clase de griego la escritora Han Kang (Premio Nobel del Literatura 2024) cuenta: "No tomé fotos en ningún sitio. Los paisajes quedaron impresos en mis retinas. La cámara no puede registrar los sonidos, olores y texturas, pero estos se grabaron con todos sus pormenores en mis oídos, nariz, cara y manos”.
Y esto es lo que se escapa de las pantallas: ¿a qué huele el miedo?, ¿por qué un sitio puede evocar distintos recuerdos en las personas?
En la serie Aquello que olvidamos (Japón, 2022) veremos a un escritor que prefiere trabajar en cafés ruidosos, llenos de personajes que un día retratará. No hay luminarias, colegas, políticos o empresarios. Son gente que se sienta en la barra y habla del tráfico, de la fiesta anual, de sus deudas. Esas voces, esas vidas fugaces, desconocidas, se incorporarán a sus palabras.
Un día, alguien le habla de esa musa apocalíptica llamada fama y le dice: “Escribe sobre tu novia desaparecida y de su hermana misteriosa. Gana dinero con eso”. Y él responde, como siempre, sin sobresaltos: “Es arriesgado escribir sobre gente real. El público podría identificarlos".
Y en vez de sucumbir a los reflectores, al reconocimiento, sigue con su soledad cotidiana; “sensei es un apodo, no soy ninguna autoridad”, repite a quienes le piden consejos y le preguntan sobre su libro de ensayos.
Han Kang describe así a estos seres anónimos: "En el metro o en la calle, en una cafetería o un restaurante, nunca hablaba en voz alta y desinhibida, ni llamaba a voces a alguien. Estuviese donde estuviese —salvo cuando daba clase—, siempre hablaba en voz más baja que los demás”.
POR DANIEL FRANCISCO
Subdirector de Gaceta UNAM
@dfmartinez74
MAAZ