DESDE AFUERA

Autoritarismo y permanencia

La necesidad de retener el poder, pues, resulta connatural al autoritarismo, sea de izquierda o de derecha, sea individual o de grupo

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Una aparente característica de los regímenes autoritarios es la tendencia de los dirigentes a permanecer en el poder o prolongar las formas en que aseguran su presencia.

Es cierto que el primer deber de todo partido político es ganar el poder y luego buscar formas de retenerlo. Pero como en todo, hay de formas a formas. 

En México, hace casi un siglo la "marca" Plutarco Elías Calles logró unir a varios grupos disímbolos, surgidos de la revolución y los conflictos post-revolucionarios, bajo la sombrilla del Partido Nacional Revolucionario (luego Partido Revolucionario Institucional). Ciertamente tuvo logros, pero también propició problemas y vicios. 

Calles trató de convertirse en el poder en en la sombra hasta que Lázaro Cárdenas lo detuvo y lo exilió.

El mensaje en el sistema mexicano fue claro. Pero esa es una parte de la historia mexicana que no tiene significado aparente para América Latina, en general. 

Parecería que todavía hay algo que hace que los "hombres fuertes" se sientan indispensables para el triunfo de sus proyectos de gobierno, que por alguna circunstancia siempre quedan incompletos o a merced de adversarios.

La necesidad de retener el poder, pues, resulta connatural al autoritarismo, sea de izquierda o de derecha, sea individual o de grupo.

Durante buena parte del siglo pasado, los principales protagonistas fueron dictadores de derecha, o definidos como tales: de las dinastías Somoza en Nicaragua, o Duvalier en Haití a Alfredo Stroessner en Paraguay, y una inacabable lista.

Hoy por hoy, los de moda son los presuntamente progresistas o de quienes se identifican como de izquierda.

Pero la formulación no es garantía de calidad, conocimientos, honradez, o de decencia y creencias democráticas.

¿Es el dictador nicaragüense Daniel Ortega un ideal para la izquierda? ¿Y el venezolano Nicolás Maduro? La verdad no es creíble, al menos si se hace caso del ideario abrazado y proclamado por los progresistas latinoamericanos mientras estuvieron en la oposición.

EU abrazó y propagó los valores democráticos liberales, excepto cuando sus intereses estaban en juego y patrocinaron gobiernos tan poco sospechosos de apertura y respeto a derechos como los de Anastasio Somoza o Alfredo Stroessner.

Ciertamente, hoy se dan regímenes como los del chileno Gabriel Boric o el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, libremente electos aunque con raquíticas mayorías a favor, que los obliga a negociar y en alguna medida a defraudar a seguidores que esperaban tener el poder para lograr sus demandas –a reserva de que haya habido intenciones o posibilidades de hacerlo–.

Pero el juego de negociación se llama política. 

En todo caso, nada nuevo bajo el sol. Los extremos ideológicos se identifican en sus afanes de permanencia y represión, tanto como en su rechazo a negociar o convenir con "los otros". Y en quedarse tanto como puedan.

 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM

@CARRENOJOSE1

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