El nuevo proyecto anunciado por la empresa de Elon Musk para el estado de Nuevo León ha causado gran revuelo y rebatingas a lo largo y ancho del país.
Al hacerse el anuncio de Tesla, acerca de su interés por establecer una megaplanta en México, se generó toda una avalancha de propuestas de parte de diferentes entidades federativas por lograr que dicha inversión se hiciera en sus respectivos territorios, lo cual no hace ningún sentido, sobre todo, cuando la empresa en cuestión sabe exactamente lo que necesita, en donde localizarse, los cuándos y los porques.
Para cuando Telsa anunció su decisión de invertir en México, ya la propia empresa había desarrollado sus estudios de factibilidad y localización, tomando en cuenta todas sus necesidades de comunicaciones, proveeduría, cercanía a su mercado objetivo, infraestructura requerida, calidad de mano de obra, técnicos, ingenieros, etc., por lo que la locura y arrebato de otras entidades por quedarse con el proyecto, a última hora, no muestra sino su desatino y falta de oficio respecto de lo que se requiere para capitalizar en su territorio una importante inversión como lo es ese proyecto.
Claro está que lograr que una empresa de los vuelos de Tesla se instale en un lugar u otro significa un gran detonante de desarrollo industrial y de muchos otros tipos, por lo que tener la suerte de que una empresa de estas dimensiones se decida por un lugar en particular es una gran fortuna, aunque no una gran casualidad.
La instalación de Tesla en Santa Catarina será un nuevo imán para la atracción de nuevas inversiones a Nuevo León como lo son nuevas fundidoras, troqueladoras, inyectoras de plásticos, productoras de partes y componentes eléctricos –electrónicos y automotrices– carrocerías, frenos, suspensiones, amortiguadores, arneses, faros, etc., es decir, proveedores de más de 150 tipos de insumos y partes y componentes que se requieren para la producción y ensamble de un Tesla.
Este es el tipo de proyectos que en la actualidad requiere un país para lograr tasas de desarrollo que permitan elevar el nivel de vida de su población. No sólo eso, son proyectos de la nueva época vinculados a la aplicación de nuevas tecnologías que involucran un desarrollo sustentable, entendiendo por ello proyectos que generan crecimiento económico de las regiones sin afectaciones al medio ambiente.
De aquí que urge para México el diseño y despliegue de una política industrial a nivel nacional para la atracción de proyectos específicos, según las características de cada entidad federativa. Tesla, en sí misma, representa un gran suceso.
Pero así como Tesla, en el mundo hay muchas más empresas de la nueva época, de muy diversos sectores, intensivos y no intensivos en mano de obra, a las que se debería identificar y convencer de las grandes ventajas que les podría significar establecerse en México, donde se combina una gran riqueza de recursos naturales con la existencia de un cumulo de recursos humanos ampliamente capacitados para el desarrollo de cualquier tipo de tareas desde las más sencillas hasta las más complejas.
El desarrollo de México como un país económicamente exitoso está a la vuelta de la esquina. Se requiere claro, de un gobierno que ponga en práctica y, con todo rigor, toda una superestructura que vele por el respeto a la ley como garante de inversiones y nuevos proyectos, y, que al mismo tiempo opere como facilitador en la localización de nuevos proyectos nacionales y extranjeros.
En la actualidad, mucho se habla del reacomodamiento industrial que da pie al llamado fenómeno del nearshoring, que no es otra cosa que el buscar sembrar plantas industriales cercanas a sus mercados potenciales, como lo es el caso de todas aquellas empresas que han salido en los últimos tiempos de China y que ven como gran conveniencia, ante factores políticos y de otra índole, localizarse cerca de sus mercados objetivo, como lo es en este caso el de Estados Unidos. Nuevamente, México se convierte, en automático, en un nicho importantísimo para la relocalización de empresas, situación que no debe ser desaprovechada, sino, por el contrario, debe ser capitalizada en favor de un gran futuro para el país.
POR AGUSTÍN GARCÍA VILLA
ANALISTA POLÍTICO
MAAZ